Tras echar unas cuantas horas al nuevo Arcade del Bazar Xbox Live, no puedo sino quedar completamente satisfecho de haber disfrutado de un nuevo billete hacia el pasado del videojuego. Concretamente, el regreso a los salones recreativos y sus exigentes arcades matamarcianos, donde entre el cargado ambiente y el sudor provocado por la tensión de tus colegas mirando como esquivabas naves enemigas lograban crear un marco único e irrepetible.
Y es que R-Type se convirtió en uno de los mayores referentes del género. Un par de años después del lanzamiento de Gradius, el juego de Irem Corp. conseguía aglutinar su estética pro-Alien con una serie de decisiones de diseño que conformarían una experiencia jugable única hasta el momento. El ritmo era pausado, de forma que viéramos los enemigos venir, otorgándonos una sensación de angustia constante, ya que nuestros reflejos se ponían a prueba una y otra vez.
El auténtico estandarte de R-Type es el ítem ‘Force‘, una especie de satélite que podía acoplarse a nuestra nave en la parte delantera o en la trasera, a la vez que podíamos lanzarla contra los enemigos y hacerla volver a nuestros dominios, mientras disparaba y nos servía de escudo a la vez. En suma, un ente independiente de nuestra aeronave y un potente multiplicador sobre nuestras opciones de juego.
Y además era indestructible. ¿Por qué cojones no hicieron nuestra nave del mismo material que el Force? A menudo me imagino una escena con Mortadelo y Filemón magullados, saliendo de la destrozada nave de R-Type, echando pestes al Profesor Bacterio por haber comprado la nave en las rebajas y no haberla construido como el Force…
Un remake ejemplar
Volvemos a situarnos en el atestado salón recreativo de finales de los ochenta: ahora podemos emular aquella situación, o al menos en parte, desde Xbox 360, gracias al buen trabajo realizado por SouthEnd Interactive en R-Type Dimensions, la compilación de las dos primeras entregas de la saga, remodeladas con un baño de alta definición y tridimensionalidad, aderezadas con un balsámico modo cooperativo y rematadas por la mala leche de los enemigos, marca de la casa desde la primera creación de Irem, allá por 1987.
Los desarrolladores se han encargado de contabilizar y clasificar cada nivel y cada modo incluido en el juego, para poder fardar de nuestra posición en el ranking global; no es para menos, puesto que la legendaria dificultad sigue latente en cada píxel, o en cada polígono, depende del modo de visualización que elijamos.
El trasvase a modelos poligonales se ha hecho con muy buen gusto, respetando en todo momento el espíritu del original. Y este trasvase es de lo que más me ha llamado la atención, ya que puede realizarse en cualquier momento in-game, con sólo pulsar un botón: una suave transición entre gráficos clásicos y remodelados, certificando un merecido homenaje a esta saga de orígenes remotos en el tiempo. Por cierto, muy curiosa la nueva perspectiva disponible, dando la sensación de que viajamos en sentido descendente.
El resto de decisiones tomadas en Dimensions me parecen del todo acertadas: por un lado, la opción de añadir un Modo Infinito, que nos regenera la nave una y otra vez tras ser destruida, sin perder comba ni tener que regresar al último checkpoint; no es que sea un modo para novatos o poco hábiles, sino una forma igual de válidad de paladear cada nivel, cada obstáculo, cada Final Boss; al final, los mejores clasificados lo serán con todo merecimiento, habiendo logrado más puntuación y gastado menos naves de repuesto.
La otra decisión importante: el modo cooperativo. Al principio se me hizo raro el simple hecho de explorar las conocidas fases del clásico acompañado de un refuerzo amistoso, pero la dificultad intrínseca del juego merece probar este modo, ya sea en la propia consola o a través de la red. Y si activais la opción de desintegraros si os chocáis entre vosotros, entonces seguro que rompéis más de una amistad. Por suerte, podréis resucitar al colega cada vez que pilléis un item…
Conclusión
La verdad es que parece un poco caro pagar los 1.200 puntos que vale el desembolso de R-Type Dimensions, pero el juego en sí es un absoluto must-have para todo aquel que haya disfrutado alguna vez con la destrucción del imperio de Bydo.
Un buen ejemplo de cómo debe hacerse un remake de estas características, simbolizado a la perfección por la suavidad y elegancia del paso de la estética clásica a la moderna; sin apenas fisuras -salvo la desaparición del selector de dificultad- y ofreciendo un reto tan enorme como el de aquel lejano 1987.