Poquito le falta a este 2009 para que le demos boleto, así que como es habitual y todo el mundo hace, toca recopilar, hacer memoria y definirse en cuanto a lo mejorcito que nos ha deparado el año jugable. A modo de resumen, yo diré que este año no ha habido ningún juego que yo pudiese tildar de obra maestra, ninguno al que pudiese otorgarle una matrícula de honor, un diez si es que fuera posible. Aún así, si es verdad que podemos encontrar buena calidad dentro del nutrido cesto de lanzamientos de la presente cosecha. La cosa es quedarse sólamente con tres, así que esta es mi selección.
RetroHallazgo en Mercadillo: Videopac Games
Magnavox Odyssey², conocida también como Videopac G7000. Videoconsola lanzada en 1978 por Philips. Una de las primeras máquinas domésticas de entretenimiento electrónico, capaz de cargar varios programas lúdicos a través de cartuchos. No es que yo fuera un renacuajo en ese año, no, es que ni siquiera existía. Y mira por donde, 31 años después, regreso a casa tras otro día de horas extras gratuitas y una semanita laboral, en general, de las de coco y huevo, en la que apenas he tenido tiempo para escribir en Pixeblog y me encuentro con una ganga de Mercadillo que encontró Chicazul esta mañana en el Jueves sevillano, acompañada por su fiel escudera Makita Marakitas.
Del dibujo al píxel: portadas y videojuegos (II)
Segunda entrega de este particular viaje por el trasvase de las ilustraciones de portada de videojuegos antiguos a los sprites pixelados que podíamos disfrutar en pantalla, a través de nuestras viejas y añoradas máquinas de ocho y dieciséis bits.
La verdad es que realizar una selección idónea e interesante para este tipo de artículo no es tarea fácil, porque hay mucho donde elegir. Además de Wakelin, Royo y Azpiri, también exitieron otros artistas menos conocidos que prestaron su arte para esta noble causa. Y además, hay que contar algo curioso acerca del juego en cuestión, por eso de complementar. Veamos si os convence, entonces, la recopilación. Pasen, vean y opinen.
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Review Assassin’s Creed II
Desde el lanzamiento de su primera entrega hace dos años, Assassin’s Creed se ha visto enfilado siempre en el ojo del huracán, ya sea envuelto en polémicas de notas supuestamente tergiversadas, o por la extraña y sospechosa inclinación a ser más exigente con él que con ningún otro juego de la presente generación. Los porqués los desconozco, o quizá sí los conozca pero, realmente, tampoco importa a estas alturas.
Lo que tengo claro es que el primer Assassin’s impresionó con su aspecto gráfico y su ambicioso planteamiento, naufragando jugablemente a las pocas horas de aventura, en cuanto nos dábamos cuenta de que bastaba con seguir el mismo patrón, una y otra vez, encarnando a Altair, e intentando que pasara rápido el tiempo cuando Desmond salía a escena en las insulsas fases del laboratorio. Y bien, tras jugar un buen puñado de horas a la segunda parte, no dudo en afirmar que Ubisoft se ha currado bastante el tema jugable, manteniendo su potencia visual aunque haya perdido el factor sorpresa; eso sí, seguiremos soportando horribles pasajes manejando a Desmond. Hay cosas que nunca cambian.
El coche fantástico, el genuino, en Madrid
Pues que iba yo paseando con Chicazul por esas calles de Madrid, en este puente que tan rápido ha pasado, recorriendo la gran urbe madrileña y buscando ciertas gangas retro de las que me gustan, y me encontré una máquina de ocio para pequeños y grandes… bueno, no tan grandes, porque se cargarían el chiringuito.
El caso es que, de chiquetito, El Coche Fantástico era una de mis series preferidas; ya se sabe que David Hasselhoff, su misteriosa chupa negra de cuero que nunca se quitaba y nunca se ensuciaba, su peinado a la moda y su feeling especial con el bólido inteligente que respondía al nombre de Kitt, todo ese conjunto ejercía una atracción impepinable hacia sus aventuras televisivas.
Por ello, cuando llegaba el momento de cenar con nuestros papis y familia, y visitábamos el típico bareto con saloncito y terraza veraniega, y mientras los carrozas se tomaban su cervecita, el tintito y los caféses, nosotros le pedíamos al Papurri de turno una monedilla de veinticinco pesetas para emular a Da Hoff, Michael Knight, montarnos en este Kitt en miniatura y aporrear los botones a toda mecha. Histórico y en (casi) perfecto estado de conservación: