Pues que iba yo paseando con Chicazul por esas calles de Madrid, en este puente que tan rápido ha pasado, recorriendo la gran urbe madrileña y buscando ciertas gangas retro de las que me gustan, y me encontré una máquina de ocio para pequeños y grandes… bueno, no tan grandes, porque se cargarían el chiringuito.
El caso es que, de chiquetito, El Coche Fantástico era una de mis series preferidas; ya se sabe que David Hasselhoff, su misteriosa chupa negra de cuero que nunca se quitaba y nunca se ensuciaba, su peinado a la moda y su feeling especial con el bólido inteligente que respondía al nombre de Kitt, todo ese conjunto ejercía una atracción impepinable hacia sus aventuras televisivas.
Por ello, cuando llegaba el momento de cenar con nuestros papis y familia, y visitábamos el típico bareto con saloncito y terraza veraniega, y mientras los carrozas se tomaban su cervecita, el tintito y los caféses, nosotros le pedíamos al Papurri de turno una monedilla de veinticinco pesetas para emular a Da Hoff, Michael Knight, montarnos en este Kitt en miniatura y aporrear los botones a toda mecha. Histórico y en (casi) perfecto estado de conservación: