MadWorld, ese regalazo de cumpleaños que me hizo Chicazul el pasado 11 de Abril, es todo un hallazgo, o más que eso, un verdadero hito en el roadmap de la dilatada historia de Nintendo. Ojo, que no me equivoco: el juego está programado por Platinum Games y distribuido por SEGA, antaño rival a muerte y vaso comunicante y opuesto a Nintendo, pero como todos sabemos, los tiempos han cambiado.
Y vaya si han cambiado: MadWorld corre en una Wii, esa consola que iba a convertirse en una Revolución sin precedentes en el panorama del videojuego, y que, al menos a día de hoy, simplemente se ha dedicado a batir todos los récords de ventas de consolas y videojuegos, colocando al inefable Wii Sports como el más vendido de la historia (o eso dicen, a mí me gustaría conocer al currito que se dedica a ir preguntando por las tiendas de todo el mundo, cual Willy Fogg, para contar las copias vendidas).
A lo que iba: MadWorld es una auténtica orgía de sangre y vísceras, un beat’em-up con fundamentos básicos pero con un caparazón exterior en blanco y negro que se ve salpicado, una y otra vez, por el fluido carmesí que tanta polémica ha causado en Alemania y otros países, causando su inmediata prohibición en el proceso de distribución y venta. Al parecer, sus ventas globales desmerecen la notable calidad jugable del título.
Sin embargo, para llegar al quid de la cuestión que pretendo exponer, deberíamos separar lo que ofrece MadWorld en forma y fondo. La forma os la acabo de comentar, y más o menos casi todos habréis visto ya algún vídeo o el juego en vivo y en directo. Pero el fondo es todavía más devastador, puesto que el fino y ligero guión que apenas sostiene la furia asesina de Jack en esa especie de concurso a lo Perseguido -ese peliculón de Schwarzenegger-, nos lleva a un punto en el que despedazar a los enemigos se convierte más en un placer que en una obligación, en un arte que nos reportará más puntos conforme vayamos depurando nuestro estilo.
Por ejemplo, el juego ofrece una especie de fase de bonus en la que debemos arrojar a los contrincantes a un pozo en el que, cada veinte segundos, se empalan a los que desdichados que se encuentren en el agujero con una plancha de pinchos, algo que reportará un macabro logro: hacer que el pozo rebose de sangre al final del bonus. Y en la punta del iceberg, los movimientos de Jack a través del WiiMote: si la sierra mecánica del Lancer de Marcus Phoenix te parece devastadora, espera a probar la del prota de MadWorld, cuando muevas el WiiMote dibujando un tajo mortal en el aire, y éste emita el clásico zumbido que precede al funesto desenlace. Y conste que aquí no hay cortinillas ni movimientos evasivos de cámara como en Manhunt 2.
Y mientras, todo se muestra en pantalla de forma harto explícita, resaltando el componente gore gracias al inteligente uso del rojo sobre blanco y negro -seguramente los diseñadores de Platinum deban una porción de inspiración a Frank «Sin City» Miller-. Quizás todo lo comentado no tuviese excesiva relevancia en otro contexto, pero que podamos jugar a uno de los juegos más sangrientos y explícitos de la historia en una videoconsola de Nintendo es, cuanto menos, una paradoja de mil demonios. ¿Alguien recuerda toda la sangre que faltó en el famoso port de Mortal Kombat para Super Nintendo?