Review Colin McRae DiRT 2

Codemasters vuelve a llevar con honor el nombre del malogrado conductor, y como no puede ser de otra manera, logra su objetivo de componer un divertido híbrido arcade-simulador de rallies, apoyado sobre el sólido pilar de Ego, un engine gráfico que ya va por su tercera iteración, y que es capaz de renderizar uno de los mejores efectos de iluminación dinámica de la actual generación de consolas, algo que realza el conjunto gráfico hasta niveles insospechados.

Al igual que hace unos días os hablé de otro gran juego de conducción en el que el realismo y la espectacularidad se conjugaban, con distintos porcentajes de ocupación –NFS Shift-, con DiRT 2 ocurre algo parecido, con el añadido de que nos resultará más complicado de mantener la dirección y el sentido adecuados en todo momento, debido a las irregularidades del pavimento; al fin y al cabo, los tramos de Rally son así de ingratos con el jugador. Por tanto, hay que decir que la exigencia es palpable, de cara a controlar los derrapes del vehículo para tomar las curvas, o también a la hora de aterrizar de un vuelo rasante tras tomar un badén a toda velocidad, o quizás al esquivar un traicionero charco de agua.

Por suerte, o por desgracia, según el grado de seriedad con el que os toméis la conducción en un videojuego, Codemasters importa el gran descubrimiento que realizaron meses atrás con el notable GRiD: la opción de revertir el tiempo, para volver a tomar ese tramo en el que nos hemos despeñado. Descuajaringar las ruedas motrices al impactar contra un bordillo no será un problema si es que nos quedan flashbacks que utilizar. El matiz arcade añadido es patente, aunque perfectamente configurable: puedes reducir las veces que se pueden activar, o simplemente decidir que no los utilizarás: trata de arrancarlo a pecho descubierto; eso sí, un fallo puntual al tomar una curva puede hacerte arruinar toda la carrera. En esos momentos, uno agradece que el Príncipe de Persia les haya alquilado la  daga del tiempo a los desarrolladores.

Además, el componente arcade se alimenta del contacto y marrullerismo con los demás vehículos, algo que está a la orden del día; no dudéis en que vale la pena intentar embestir al rival llegando desde atrás, y si venimos desde el aire propiciados por una rampa bien colocada, mejor que mejor. Con un poco de suerte, lanzaremos al pobre diablo fuera de la carretera. Y si no, al menos disfrutaremos del sublime trabajo realizado en la recreación de los daños sufridos en nuestro vehículo.

Por lo demás, la mecánica del juego es tan dinámica como el diseño de los menús -diseño que se me antoja sin parangón en la historia del videojuego-; poco a poco iremos desbloqueando todo tipo de carreras y circuitos, animados por grandes estrellas del mundillo como Dave Mirra o Ken Block, que no se cansarán de darnos la murga para que los invitemos a nuestra caravana y puedan retarnos por todo el mundo. Existe una gran variedad de tipos de carreras, donde se mezclan el rally tradicional con pruebas más extremas del estilo X Games. Tan pronto estamos luchando por no quedar últimos y eliminados como por marcar el mejor crono, quedar primeros en línea de meta o romper vallas situadas estratégicamente a lo largo del recorrido.

El juego nos premiará constantemente con tramos desbloqueados, pinturas para el coche y, atención fetichistas del automóvil, todo tipo de muñequitos para decorar el interior del salpicadero, desde calaveras hasta los típicos dados y, atención, nuestro propio avatar colgando del espejo. Suspiro porque regalasen ambientadores, con lo que me gustan…

Quizás el modo multijugador sea el punto más débil del programa, no por su incompetencia, sino por su falta de sorpresa o condimento adicional al jugoso menú que ya encontramos en el completo modo principal para un jugador. Y es que puede decirse sin complejos que DiRT 2 cumple en todos sus apartados con un expediente prácticamente impoluto. Únicamente resta que su propuesta menos ortodoxa y más espectacular vaya contigo.