Para que un shooter en primera persona logre salirse de la tónica habitual del género y sea capaz de destacar entre la mediocridad, debería aportar algún valor diferencial que consiga que se desmarque del resto. A menudo, los FPS suelen presumir de una excelsa calidad técnica, por la carrera exitosa de sus desarrolladores o por la legión de fans que esperan el juego como agua de mayo. Pero pocos, muy pocos tienen algo que nos hagan exclamar: «Joder, esto es distinto.»
Retrovisión: Death Race, saltándose los 110 kilómetros por hora
Hace mucho tiempo, cuando los salones recreativos comenzaban a florecer, poco a poco, dos años antes de que el comecocos arrasara en los arcade y tres años antes de que Miyamoto salvara el culo a Nintendo con un mono algo borrico y un carpintero con bigote; era 1978 y Exidy lanzó Death Race. La de Dios se montó. Ríase de la reducción del límite de velocidad.
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Review Dead Space 2
Parecía algo impepinable que viéramos llegar la secuela de Dead Space, uno de los juegos mejor valorados por la crítica generalizada en esta generación, y a su vez, un ratio de ventas muy por debajo de lo que cabría esperar en un producto de su calidad. Por suerte, en EA Games volvieron a darle la alternativa a EA Redwood Shores, que entre otras cosas, mutó como un Necromorfo y cambió su nombre a un contundente Visceral Games, dejando el nombre antiguo, más parecido a una película de David Lynch que a una desarrolladora de juegos.
Retrovisión: Contra / Gryzor
La jungla, soldados a tutiplén y una invasión alien de por medio. Detalles aderezados con la calidad que sólo Konami sabía imbuir a sus grandes producciones. Así era Gryzor. Para mí, la más pura y absoluta definición de Arcade De Acción. Cualquier otro juego que quiera calificarse como tal, debió pasar por las sabias directrices marcadas por este incombustible coin-op. Y para mi colega Spidey, el texto que sigue a continuación.
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Review Marvel Versus Capcom 3 – Xbox 360
Cuando de pequeño uno caía enfermo, servidor disfrutaba con la ventaja que suponía el perderse el correspondiente día de colegio, como todo hijo de vecino, pero aún mejor era todo el tiempo del que disponíamos para jugar al ordenador y no salir del cuarto en todo el día, con la excusa de que no fuéramos a ponernos más malitos todavía.