Lo confieso: no soy neutral. Ni quiero serlo. Para eso estás leyendo un Blog. Pues nada, que Rare es una de mis favoritas; de hecho, siempre lo ha sido, desde la primera brizna de hierba que sembró en el terreno del videojuego; por aquel entonces se hacía llamar Ultimate, un nombre acompañado de una coletilla más que explícita: Play the Game. Y tanto que jugamos: Atic Atac, Sabre Wulf, Knight Lore o Underwulde. Tremendo el legado que encierran estos cuatro títulos. Y sólo he mencionado cuatro.
El tiempo fue pasando, el nombre cambió, y a día de hoy, los mismísimos fundadores de la compañía a.k.a. hermanos Stamper, creo que ni siquiera permanecen en plantilla. Sin embargo, siguen manteniendo ese toque tan especial que saben imprimir a sus juegos. Baches y Cachivaches parte de una premisa bastante clara: tomar como referencia el Banjo-Kazooie original; pero al contrario de lo que podía esperarse, dicha referencia sirve para desmarcarse por completo de su fórmula jugable.
Me explico: en todo momento, el oso perezoso y su fiel amigo picudo nos van a recordar que esto no es una simple secuela del primer juego, no es lo que todo el mundo esperaba; aquí lo más importante radica en la creatividad en la construcción de vehículos, y en la habilidad para manejarlos según requiera la ocasión. Los fundamentos que Mario 64 asentara con envidiable brillantez saltan por los aires, atropellados por uno de los mecanos con ruedas del último juego de Rare.
De todas formas, no debemos perder el verdadero sentido el juego; si todavía puede aplicarse a un título el género ‘Plataformas‘, éste lo es, con todas las de la ley. Mogollón de ítems a recoger, las susodichas notas, los pajarracos de colores y las míticas piezas de puzzle. Desbloquear niveles sucesivamente, revisitar fases para desbloquear caminos secretos con nuevas técnicas. Todo ello permanece; sin embargo, esta vez será más importante tener reflejos para esquivar los obstáculos, o elegir sabiamente el camino para completar el recorrido en el menor tiempo posible.
De hecho, los ítems más importantes del juego no son las piezas de puzzle, sino los componentes mecánicos. En el taller podremos hacer que nos construyan un vehículo según planos predefinidos, o, mucho mejor, crearnos uno totalmente personalizado.
He dicho… ¡jojoy!
Puede que en un nivel necesitemos transportar a un par de amigos y llevarlos a la meta, mientras nos defendemos de las irritantes bolas con ojos que nos atacan. La solución será crear un vehículo que corra, que tenga asientos de pasajeros y, a ser posible, algún arma tan inverosímil como el lanza-cocos. Además, añadirle un cajón para guardar los cocos. Y cuidado de que tenga estabilidad y no se atasque cual Toyota de Carlos Sainz.
La representación de la función se realiza sobre un motor gráfico muy solvente, rezumando una extraordinaria viveza en cada color de su paleta, con una utilización de texturas de notable calidad y con un aspecto bastante retro para los personajes principales, que exhiben picos poligonales adrede. Y queda de lujo, así como su banda sonora, auténtico homenaje a las sintonías originales de la saga.
Y esto es Baches y Cachivaches. Bueno, esto y toda la parafernalia ‘made in Rare‘: un diseño exquisito en todos y cada uno de los niveles, repletos de detalles descacharrantes, la peña de amigos de Banjo y un monitor llamado Señor de los Juegos, primo lejano de Mr. Pong. Juego hay para rato, porque si conseguimos hallar todas las piezas de puzzle y batir todos los tiempos de cada nivel, nos quedarán más de diez modos multijugador distintos, algunos más brillantes que otros, pero que están ahí para entretenernos otro ratito más.
Entonces, ¿es perfecto? Hace ya unas semanas desde que se lanzó el juego, y bueno, hay que reconocer que ha salido en el peor momento del año. Y además, parece que su género pierde fuerzas a marchas forzadas. Sin embargo, el juego merece destacar más de lo que lo ha hecho, a pesar de su gran déficit: el control de los vehículos. No digo que sea malo, pero se podía haber afinado mucho más; hay ocasiones que se me antoja demasiado difícil de manejar, y dichas ocasiones aparecen con demasiada frecuencia. Una lástima, porque es el único pero que se le puede poner al juego. Bueno, ese, y que no te guste conducir.
Conclusiones
Rare vuelve por sus fueros con uno de sus personajes fetiche. Hacía tiempo que no sabíamos muy bien si la compañía seguía estando en forma o había perdido su magia. Baches y Cachivaches es una respuesta alta y clara. No se conforman con repetir un esquema que les cubrió de éxitos hace dos generaciones, sino que le dan una vuelta de tuerca enorme, pasando el absoluto protagonismo a pilotar vehículos.
Y el éxito, esta vez, no es pleno. Algo tan esencial como el control y el manejo se hace demasiado pesado en ocasiones, pudiéndose haber simplificado mucho más, facilitando las cosas. El resto del juego es magnífico, cien por cien Rare. Si lo más parecido que tuviste de pequeño a un Mecano fue el cassette de Descanso Dominical, esta es tu oportunidad. Nunca es tarde para cumplir tu sueño de la infancia, ¡jojoy!