Si existiera -que igual existe en algún lado, nunca digan nunca jamás- algún tipo de test o examen valedero para comprobar si eres capaz de analizar un videojuego en un puñado de párrafos y salir airoso del trámite sin que tu texto se parezca lo más mínimo a lo que podría leerse en publicaciones de masas como Hobby Consolas, ese examen debería girar en torno a un título como Heavy Rain. Y es que se me antoja tremendamente complejo revisar un título de tal calibre, un videojuego de los que suelen llamarse «de autor», en el que David Cage ha logrado dejar su impronta personal.
Una impronta que ya dejó entrever en Farenheit, el anterior trabajo de Quantic Dream. En Heavy Rain, el enfoque cinematográfico es absolutamente descarado desde el primer instante de concepción y diseño del juego hasta el punto en el que descubres uno de sus posibles finales. En el camino quedarán un inmenso abanico de sensaciones, y son sensaciones que pueden ser absolutamente satisfactorias o completamente desalentadoras. Depende de cómo enfoques esta aventura, depende del tipo de jugador que seas, o incluso puede depender de que tengas un día bueno o te hayas levantado con el pie izquierdo.
Seguramente, este amplio espectro de matices que engloba Heavy Rain es lo que lo hará trascender en el tiempo. A día de hoy, en un mercado saturado por clones de clones, juegos sin personalidad y vocación puramente comercial y sagas interminables, uno no puede hacer otra cosa que no sea aplaudir su propuesta. Porque juegos que se inspiran en películas los hay a patadas. Tampoco nos quedaríamos cortos si hiciéramos recuento de juegos que quieren aproximarse a lo que un filme puede transmitirnos.
Heavy Rain logra ir un poco más allá, puesto que nos facilita un billete de ida a través de un guión bien pensado en sus pilares básicos, haciéndonos viajar en un tren que debemos manejar de cuando en cuando: tendremos momentos de tensión en los que estaremos al borde del descarrilamiento, y gozaremos de la posibilidad de cambiar los raíles de dirección cuando alcancemos ciertas bifurcaciones, cruciales a la postre para llegar a uno u otro final.
Evidentemente, nosotros no construimos toda la historia al completo: esta afirmación sería abarcar demasiado para lo que ofrece el juego. Sin embargo, sí resulta muy placentero el que decidamos a través de nuestros actos las ramificaciones del árbol del guión por el que nos movemos, desembocando en el desenlace final -uno de ellos- de los personajes que hábilmente entrelazan sus historias en el nudo de la película. Todos y cada uno de los cuatro personajes que llegaremos a manejar tienen algo que decir, llegándose a cruzar en el camino del inquietante Asesino del Origami. El guión es un auténtico thriller que bebe de fuentes tan respetables como Seven, El silencio de los corderos o incluso ciertas gotas de la maldad personificada de las trampas de Puzzle en Saw.
Seguramente sea justo e ingenioso decir que Heavy Rain hace aguas en ciertos apartados, siendo el más flagrante la forma de dirigir a los personajes, con un control direccional rescatado de los antiguos vestigios del Survival Horror. Hay gente que se ha quejado del uso y abuso del Quick Time Event. Yo no me incluyo aquí: pensándolo fríamente, la forma de implementar y aplicar este añejo método de control parece ajustarse como un guante a lo que el juego persigue transmitir. Sí es verdad que yo eliminaría de un plumazo ciertos momentos «tipo Sims», como preparar la merienda al niño. Si su objetivo era aumentar nuestra empatía por los protagonistas, entonces se me antojan perfectamente evitables.
Lógicamente, hay que mencionar el notorio apartado técnico del juego. Algunas escenas están mejor conseguidas que otras, pero en general nuestras retinas quedarán marcadas por sensaciones visuales muy cercanas al cine, sobresaliendo algunos primeros planos en los que podemos apreciar las imperfecciones de la piel o el movimiento de las pupilas. La banda sonora es sobresaliente, sonando cuando debe sonar y con temas que logran transmitir suspense, perturbación e inquietud. El doblaje al castellano no resulta todo lo bueno que yo esperaba; hay ocasiones en los que el tono con el que se recita no parece ser el adecuado, aunque contar con el Comisario Castilla es todo un honor, por supuesto.
Conclusiones
Y bien, ¿merece la pena entonces realizar este viaje? Porque antes he dicho que el billete era de ida, y creo firmemente que es así: Heavy Rain está pensado para ser jugado una vez y derivando en el final que merezcamos, pero se antoja algo absurdo volver a rejugarlo por el simple hecho de ver qué pasa si en este punto salvo a tal persona en lugar de condenarla. Luego está el tema del control, que quizás te acabe cansando, y sobre todo su mecánica: Heavy Rain se concibió para ser jugado de un tirón, decidir, actuar, pelear, apretar el gatillo o enfundar el arma.
El metraje no vuelve atrás, siempre va hacia delante. No hay vidas, ni mensajitos de Try Again. No pasaremos tiempo atascados en un lugar donde debamos utilizar cierto objeto que almacenamos en nuestro inventario con otro: en este sentido, tampoco se asemeja a una aventura gráfica convencional. Y es que, en realidad, Heavy Rain sólo está cerca de sí mismo, para lo bueno y para lo malo. Es una de las experiencias más intensas que podamos vivir a través de un videojuego, y merece la pena vivirla, aunque sólo sea para descubrir quién diablos hace las pajaritas de papel, esas que intentaste hacer un día de niño y nunca te salieron bien. Fin del examen.
He de reconocer que Heavy Rain me a gustado mucho, pero tampoco se puede ocultar que no consigue superar en original a Fahrenheit.