Will Wright no es ningún recién llegado en esto de los videojuegos. Su historia es harto conocida. Su currículum, tan envidiable como significativo. Simplemente el nombrar títulos como Sim City, Sim Earth o Los Sims generan infinidad de argumentos para confiar en que cada nueva creación que provenga de su puño y letra nos vuelva a impresionar, otra vez.
Spore lleva gestándose meses, años. Como si de una parábola jugable se tratase, el título ha ido progresando de forma similar a la evolución que se refleja en el transcurso del juego, desde la más mínima expresión de vida hasta la dominación total de cada galaxia del universo. Es complicado afirmar si estamos ante su título más ambicioso, pero resulta obvio que es el que más campo intenta abarcar.
En este punto puedo enlazar con el famoso dicho de que quién mucho abarca, poco aprieta. Y los dichos famosos suelen cumplirse. Spore es inmenso, gigantesco. Quizá demasiado. Las cinco fases diferenciadas de evolución comienzan en el momento de manejar a una insignificante bacteria, la cual debe luchar para comer sin ser engullida mientras navega en una especie de océano primordial.
Así, todo comienza con un nivel simple y rápido, prácticamente arcade, más cercano a la opera prima de Wright, Raid on Bungeling Bay, que a cualquier otro juego de su creación. En el segundo nivel, nuestra criatura toma cuerpo y tierra para intentar abrirse paso en el mundo terrenal.
Una evolución vital
Desde nuestro rústico nido, la especie irá evolucionando mientras comenzamos a tomar decisiones que influirán en nuestra estirpe por los siglos de los siglos. A través de una vista en tercera persona, debemos dominar al resto a través de la violencia, fagocitándolos, o a de forma más diplomática, formando alianzas y teniendo cuidado de no ser abducidos por extraños objetos volantes.
El impresionante editor de criaturas comienza aquí a destapar el tarro de las esencias, permitiendo personalizar hasta el tuétano a nuestra especie. Una vez alcanzado cierto grado de éxito, llegará el tercer nivel, en el que comienzan a llegar los primeros rasgos de juego de estrategia: formar grupos, fortalecer nuestro terreno y llevar a cabo escaramuzas de ataque medianamente organizadas.
Alcanzar el cuarto estadio de evolución efectuará otro paso más, esta vez más encaminado en el sentido en el que con tanto éxito caminó la saga Sim City. El editor sigue su propia evolución y alcanza a edificios, construcciones y vehículos.
El enésimo universo creado por Wright
Resulta imposible imaginar cualquier otro programa que logre aunar tantos conceptos jugables a la vez a través de un hilo evolutivo que, en fases tardías, logra efectos derivados de causas procedentes de los primeros niveles. Sin embargo, y hasta este momento, la contradicción que nos embargará será brutal, puesto que cada fase se queda en la superficie de lo que podría profundizar, resultando demasiado simples de superar.
Así, cuando ya materializamos mentalmente una oportunidad perdida de hacer algo grande, llega el quinto estadío, la conquista del universo. El círculo, incompleto y superficial, parece cerrarse por fin de forma brillante: ahora somos nosotros los que abducimos a las primigenias especies. Arrastrando todos los rasgos esculpidos en nuestra raza por el paso de los años, llega el momento de viajar con nuestras naves espaciales y maravillarnos una y otra vez mientras exploramos otros planetas y comprobamos la evolución que han seguido otras especies.
Especies quizá más pobres que la nuestra porque en el segundo nivel los asustamos comiéndonos a sus crías, o tal vez topándonos con un recibimiento de reyes en algún planeta donde residen los descendientes de aquella tribu con la que bailamos juntos millones de años antes. En pocas palabras, la auténtica grandeza de Spore se muestra en los compases finales. Sólo queda decidir si estás dispuesto a llegar hasta allí.
Tecnología celular
El motor gráfico de Spore es capaz de escalarse en un amplio espectro de configuraciones, permitiendo que equipos relativamente desfasados puedan hacerlo correr sacrificando detalle. Aún así, sus gráficos destacan más por su impresionante diversidad que por el minimalista detalle de sus texturas.
El mayor esfuerzo se ha realizado a nivel de diseño, tanto a nivel de objetos y posibles criaturas, como de su cuidada interfaz, o más bien debería decir interfaces: cada nivel tiene la suya propia, es diferente al resto y se adapta a las necesidades de cada estadio de evolución, siempre simplificando al máximo la tarea del jugador y con el inconfundible estilo Sim.
Por su parte, el apartado sonoro logra hacer encajar un notable compendio de melodías tribales y épicas con todo un sinfín de sonidos guturales que, según la fisonomía de la criatura que lo exclame, será de uno u otro tipo. Un gran mérito teniendo en cuenta las miles de configuraciones distintas que permite el juego.
Conclusión
Spore posee cinco niveles muy diferenciados. Lo peor del juego radica en que, por separado, los cuatro primeros son demasiado simples. Por otro lado, y destacando sobremanera la posibilidad de compartir nuestras criaturas con el resto del mundo e integrarlas en nuestro mundo, lo mejor de Spore llega al final. Por tanto, la paciencia y la constancia serán el mayor requisito del juego para poder disfrutarlo en condiciones.
Y aunque quizá no todo haya salido tan redondo como se quiso en un principio, no quiero acabar sin aplaudir de forma sonora y sincera a su creador por afrontar el reto de realizar uno de los juegos, en términos de diseño, más ambiciosos de la historia.