Desde EA nos han enviado una copia del flamante The Orange Box, que incluye el pack Half-Life 2, los puzzles de Portal, el renovado Team Fortress 2 y los dos episodios anexos a la historia de HL 2 que se han publicado hasta ahora. Para abrir boca a este futuro análisis, hoy hablaremos un poco de los mayores logros de Half-Life, el original e intransferible.
Cuando Valve sacó al mercado la primera aventura del señor Freeman, rápidamente puso de manifiesto sus intenciones. La principal y más importante, crear un universo paralelo en el que infiltrar al jugador, y una vez allí, manejar todos y cada uno de los hilos a su antojo. Tú has pasado por las instalaciones de Black Mesa. Tú presenciaste el horror científico que allí se produjo. Seguro.
¿Y qué pasaba? Pues que aquella persona que jugara encarnando al científico Gordon Freeman debía sentirse como si fuera montada en una montaña rusa de sensaciones –de hecho, comenzamos la aventura en un tren- viajando por un mundo en el que se desencadenan sucesos uno tras otro, donde los personajes interactúan con el jugador, pero también lo hacen entre ellos mismos.
Así ocurre, por ejemplo, cuando tras ocurrir el desastre que genera las terribles criaturas, asistimos a la aniquilación de un científico por parte de uno de los engendros. Freeman asiste atónito a todo el proceso, no abre la boca –de hecho, no pronuncia una sola palabra en todo el juego- y finalmente decide tomar cartas en el asunto, empuñando la famosa palanca. Una instantánea clásica en el mundo del videojuego.
Sin lugar a dudas, sería muy difícil demostrar que fue en Half-Life cuando, por primera vez en un First Person Shooter –acción en primera persona, en españó- el argumento y la historia toman verdadero protagonismo, hasta el punto de llegar a ser tan importante como nuestro personaje. También podemos mencionar otra experiencia de juego, cercana en el tiempo. Meses antes combatimos contra los Skaarj en Unreal, de Epic Games, con aquella famosa escena en la explanada solitaria con la cascada al fondo, la misteriosa melodía sonando y la sensación de soledad reinante ante el vasto mundo que contemplábamos. Ya van dos instantáneas que recordar.
No obstante, Half-Life hizo historia por muchas cosas más. El engine gráfico de Quake 2 se pulió hasta el límite, generando un cojunto bastante creíble y realista, en el que por encima de todo destacaba el diseño artístico de los entornos, algo que se repitió y perfeccionó posteriormente en Half-Life 2.
Half-Life comenzaba a darle caña a las tarjetas gráficas aceleradoras para sacar todo el jugo a su motor visual; esta característica es otro de los puntos en común con Unreal. Voodoo, 3dfx, aceleradora… palabras y conceptos que aún sonaban a chino, comenzaban a tomar forma y a ser aplicadas para potenciar los gráficos de nuestro PC. Por otro lado, también podemos destacar la detección de daños que calculaba cuando un proyectil impactaba en un enemigo, una técnica que hasta el momento había sido utilizada en escasas ocasiones –por ejemplo, en Sin de Ritual, contemporáneo de Half-Life-.
Y para rematar, la aportación a la scene. Era difícil encontrar un juego con mayor cantidad de mods que Half-Life. De hecho, Counter-Strike, el que más famoso se hizo de todos ellos, aún sigue jugándose en todo el mundo con un cuantioso número de personajes que defienden a los Terrorists y otro tanto que hacen lo propio con los Counter-Terrorists. También podríamos hablar de Day of Defeat, Team Fortress… una impresionante y larga lista de modificaciones al programa original. En definitiva, un legado que ha sentado muchas bases en su género y que ha sido jugado y rejugado infinidad de ocasiones. Su última iteración, The Orange Box. Otro hijo más en un árbol de fuertes raíces al que se le ve tan fuerte como el primer día. Pero… ¿alguien sabe quién demonios es el G-Man?