Me bastaron un par de días jugando a Pro Evolution Soccer 2013 para imaginarme una fábula en mi cabeza, basada en un cuento clásico, pero con los personajes ligeramente variados. Se llamaba “Pedro y el Lobo”, sólo que en esta ocasión, el pastor era sustituida por la propia Konami, mientras que el Lobo sería una perfecta metáfora de cómo una de sus sagas estrella se ha ido devaluando en la presente generación, fagocitada por la pujante competencia.
Más allá de cuentos para niños, lo cierto es que este año sí, este año la manida frase de “este es el primer Pro Evolution que merece la pena en la presente generación” no es un cliché utilizado por los mass-media de la prensa del videojuego. Bueno, en realidad lo sigue siendo, pero en esta ocasión es verdad, y no una forma de venderte que el analista del juego ha logrado atravesar el karma cósmico que le ha otorgado el sabio juicio para sentenciar que estamos ante un juego de fútbol que, verdaderamente, vale la pena. Pero ay, la temida fábula parece que puede cumplirse, y el público jugador, hartos de escuchar los vientos del cambio que Konami proclama un año sí y otro también, quizá abandonen toda esperanza con el simulador de fútbol de la compañía japonesa y no acudan a la llamada de socorro. Quizá el lobo, la afilada competencia, destroce finalmente a PES 2013, justo en el año que mejor cara nos ofrece…
Antes de meterme en faena con el partido de fútbol, comentaré que los modos de juego no han sufrido apenas variaciones. Para lo bueno, seguimos teniendo la ambientación y los equipos de la Champions League y la Copa Libertadores, la eterna Liga Master, el de crear un jugador y llevarlo a lo más alto y el modo Online, con un rendimiento muy aceptable. Para lo malo, se echa en falta algo más innovador, especialmente en multijugador: las temporadas con ascensos y descensos de FIFA son abismalmente más atractivas que el añejo sistema de puntuación de PES. Además, se hace sangrante ver tanto equipo sin licenciar, sobre todo en Inglaterra o Alemania.
Cristiano nos da la bienvenida al juego y desconfiamos, cómo no. Pero las dudas se disipan pronto. Yo diría que, jugablemente, las decisiones de diseño tomadas el presente año son acertadas, prácticamente todas conforman un auténtico pleno al quince en la quiniela. Lo mejor de todo es que algunas de ellas tienen su inspiración en su máximo rival, FIFA. El caso más llamativo es la defensa táctica: el botón de presionar ya no hace que el defensa arrebate el balón al delantero, sino que mantenga la posición para interponerse en el camino del jugador o del posible pase.
Hasta aquí es igual a FIFA; sin embargo, para realizar la entrada que puede hacer que nos quedemos la bola o que, si lo hacemos a destiempo, nos quedemos en bolas, se realiza una pulsación doble del botón de presión. Inteligente, ya que así evita que el jugador haga otra acción que no queremos: en FIFA, al estar asignada dicha acción al botón de disparo, provocaba que en muchas ocasiones el defensa interceptara la bola antes, y que automáticamente la perdiéramos porque dicho jugador interpretaba que debía disparar y quitarse la bola de encima. Perfecto ejemplo de corregir y aumentar: chapó.
Existe otra novedad que también nos resultará familiar, pero con cierta variación: podemos realizar pases y disparos manuales, en lugar de que la dirección del balón sea automática hacia el compañero más cercano o hacia la portería –dependiendo de la potencia que imprimamos al balón-. La forma de realizarlo es habilitando un gatillo para tal fin, algo que hará aparecer una flecha en pantalla, haciendo que podamos dirigir de forma visual el balón donde deseemos. Un truco hábil que, además, nos permite decidir entre pase manual y automático cuando deseemos en un mismo partido, dependiendo de la situación. Funciona bien, realmente bien.
Hay algo más, y llama poderosamente la atención: el control del balón no es tan sencillo como en años anteriores, y puede que necesitemos más de un toque para recoger y controlar un pase dirigido hacia nuestro jugador. Si bien el movimiento del balón no es tan diabólicamente aleatorio como en el FIFA del presente año, es curiosa, cuanto menos, dicha coincidencia. PES 2013añade un puñado de movimientos para controlar con efectividad la bola, orientarla o incluso utilizar la inercia del pase para zafarnos del rival. No es sencillo pero sí disfrutable si lo hacemos bien. Además, se ha potenciado el cambio de ritmo, otorgando más importancia al botón de correr con la bola pegada al pie, para poder realizar autopases o incluso caños auténticamente brutales.
Todos los párrafos previamente comentados, unidos a una física de balón muy convincente y un ritmo de juego prácticamente perfecto -ni rápido ni lento, en su justo medio-, conforman un auténtico subidón respecto a la jugabilidad de entregas pasadas. Es una lástima que dicha jugabilidad siga arrastrando varios errores del pasado. El más flagrante lo comete el anquilosado motor gráfico: sí, lo suele disimular en muchas ocasiones con gran mérito, pero en otras las animaciones y, sobre todo, los choques e interacciones entre jugadores, nos remiten un olor a rancio y caducado que deberemos de perdonar para disfrutar del todo el juego.
Conclusión
Si logramos abstraernos de sus errores, nos daremos cuenta de que, de forma inesperada, Pro Evolution Soccer parece haber remontado gran parte del partido, el cual perdía por escandalosa goleada hasta hace bien poco. Quizás con distintas sensaciones, el caso es que me he llegado a divertir tanto como jugando al otro título en discordia. Teniendo en cuenta que se avecina el cambio al FOX engine y que Seabass ha colgado las botas, el duelo del próximo año puede ser épico. Mientras tanto, respeto y honores para PES 2013. Veremos si el lobo también mantiene el respeto.