Yager, la compañía alemana, tiene bastante mérito a la hora de hacer destacar este Spec Ops: The Line. Y lo tiene, simplemente, porque parte de la premisa de entremezclar el género de la acción en tercera persona con la guerra moderna, dos clichés que se encuentran más quemados que la pipa de un indio en la presente generación. La utilización de aliados a los que podemos dar órdenes básicas y las coberturas, otros dos palazos de arena que serían capaces de enterrar en la montaña de la mediocridad al más pintado. No ocurre así. De ahí el mérito a otorgar a sus desarrolladores.
Y, quién lo iba a decir, uno de los aspectos más determinantes a la hora de decidir que Spec Ops no sea otro juego más de disparos y coberturas, reside en la propia historia de la campaña. Una historia que comienza de forma bastante genérica, con tres soldados enviados a una misión de evacuación en una ciudad de Dubái.
Las cosas se empiezan a torcer, el jugador sospecha que algo no va como debería, hasta llegar a cierto punto en el que el giro argumental, como las buenas películas de suspense, logra que la historia no pase desapercibida y nos enganche hasta el final.
Otra pieza en el puzzle argumental que desentrañamos en el modo de un jugador lo simbolizan las decisiones morales a tomar; todo un acierto que, a diferencia de otros juegos como Mass Effect, no exista ningún tipo de interfaz ni icono para representarlo, quedando integrado en el desarrollo del propio juego.
Lógicamente, un argumento con más miga del que creíamos encontrar debe estar revestido de un motor de juego sólido, y el de Spec Ops consigue buena nota. El manejo de Walker y sus dos colegas es muy correcto, con una buena gestión de las coberturas y un sencillo interfaz para ordenar a nuestros compinches que flanqueen, ataquen a distancia o entren a saco en las líneas enemigas. La IA que gobierna a los aliados no suele chirriar, mientras que la que nos planta cara ofrece un reto suficiente como para no aburrirnos, aunque tampoco es que sean un dechado de virtudes.
Un buen punto que sumar al saco de los positivos en este análisis viene dado por la propia Dubái: el diseño de sus niveles -en el que, por cierto, colabora un diseñador andaluz, Enrique Colinet, al que felicito desde estas líneas- es atractivo, tanto que ofrece múltiples artimañas para acabar con los enemigos o para que éstos nos embosquen de buenas a primeras. Si a esto le unimos la buena representación de las tormentas de arena, obtendremos un conglomerado visual que, sin ser digno de Triple A, logra destacar y otorgarnos la sensación de aire fresco sobre una base que hemos jugado y rejugado mil veces.
Por su parte, el modo multijugador ofrece clases, subida de nivel y juego cooperativo en un puñado de modos que no son novedad (desde el Rey de la Colina hasta el clásico Captura la Bandera, pasando por el Todos contra todos de toda la vida), pero que nos mantendrán entretenidos si le queremos dedicar tiempo.
En suma, lo mejor de Spec Ops es que la historia que nos cuenta no es la típica guerra de buenos contra malos, sino que, en pleno homenaje a la recordada Apocalypse Now, la propia guerra tiene algo más que contarnos. El horror, como diría el grandísimo Marlon Brando.