La corriente en la que se ha encauzado FIFA en sus últimas entregas suele seguir un patrón común, el cual podríamos definir cómo algo así: «coge el título del pasado año, cámbiale la velocidad, añádele un nuevo tipo de movimiento y pule el sistema de colisiones». Y bueno, sigue siendo admirable que, tras haber conseguido de forma unánime el título a mejor juego de fútbol de la generación, mantengan una metodología de diseño capaz de otorgar por un lado detalles muy aprovechables a la base jugable, y otros tantas que nos hacen torcer el gesto.