Polyphony se ha hecho esperar con la edición portátil de su simulador de coches. Bueno, qué demonios, el desarrollo del juego ha sido más lento que el trotar de Ronaldinho con el Milán. El proceso de programación e implementación acaba derivando en un juego que conserva la esencia jugable de la saga, con un envoltorio suculento, capaz de hacerte chiribitas cuando fijes la vista en sus sesenta frames por segundo, y tirarte toda la ilusión por tierra al carecer del recordado modo Gran Turismo, eliminando de un plumazo tanto los carnets de conducir como el garaje para almacenar y mejorar nuestros coches.