En muchas ocasiones, simplificar las cosas facilita el camino hacia el éxito y la satisfacción. En otras, ocurre todo lo contrario. Como todo en esta vida, depende. Y Peter Molyneux pincha en hueso esta vez con tanta simplificación. Fable III -salvo en su introducción, la fábula del pollo, la cual ya forma parte de la historia del videojuego por méritos propios- no es mejor que Fable II y eso debe dar que pensar a sus desarrolladores.