Uno se deja llevar por la erótica del poder, agigantada a cada paso que da Delsin Rowe, el protagonista de Infamous: Second Son. Se encuentra en todo momento envuelto por una impresionante banda sonora que mezcla diversas influencias, desde el grunge hasta la música experimental, y que se alza en coros fantasmales cuando nuestro héroe está a punto de caer. Destroza y salva vidas a mansalva, por igual, por mucho que el llamado karma se acabe tornando azul o rojo, según nuestras preferencias morales -o más bien, nuestro estado de ánimo cuando estemos jugando-. Nos entretiene y nos impresiona técnicamente, pero hubiera estado bien propinar un golpe de efecto, una marca diferencial. Un lema de superhéroe que no hayamos visto antes.
Sucker Punch repite esquemas jugables con Infamous: Second Son. No tiene porque ser malo, puesto que no lo eran sus dos entregas previas. El mayor cambio radica en el protagonista, que pasa de ser un trascendental Cole McGrath a un joven alocado y pasota al que todo parece importarle tres pimientos. No sé si seré el único, pero me ha parecido ver, tanto en actitud como en constitución física, al reflejo de un tal Jesse Pinkman. Igual es que estoy inmerso actualmente en la serie, o igual existen verdaderamente esos retazos del fiestero colega de Walter White.
El caso es que Rowe es el protagonista de una historia que tiene muy, pero que muy poca chicha con la que quedarnos. Su trascendencia es liviana, y salvando al hermano de Delsin, el resto de personajes son meros espectadores de un hilo argumental que se convierte en prácticamente una excusa para la escalada sin fin que protagoniza el conductor. Y no me refiero a conductor de vehículos -que no hubiera estado mal, quizá, para darle un poco más de variedad al tema-, sino de elementos de poder tales como el humo, el neón -perfecto para que el motor gráfico exhiba su manejo de partículas- y otros más que estaría feo desvelar para aquel que no haya avanzado lo suficiente.
Es curioso comprobar cómo Sucker Punch decide desterrar gran parte de la estética cómic con la que salpicaba anteriores entregas; aún así, volvemos a estar ante una implementación muy sólida de lo que serían las primeras aventuras de un héroe ficticio de cómic, muy superior a cualquier otro videojuego basado en personajes con súper-poderes que podáis recordar -y obviemos, por supuesto, a los de Batman: entre otras cosas, él no encaja en ese tipo de personaje-.
Aunque podemos -y debemos- exigirle al desarrollador más variantes en una mecánica que copia en demasía lo que ya habíamos visto antes, es de justicia reconocer que el manejo y control del personaje es sublime, siendo toda una delicia la sensación de ir adquiriendo movimientos nuevos -siendo distintos dependiendo de si nuestro karma es bueno o perverso- e ir enfrentándonos con enemigos cada vez más poderosos. Las ciudades son imponentes, el combate -tanto horizontal como vertical- fabuloso y ciertas escenas, como la subida a cierto pirulí, nos reportarán momentazos de categoría. Poco que objetar en este sentido, salvo algunas mecánicas que por intentar salirse del tiesto acaban siendo algo tediosas, como la mecánica de pintar grafitis.
En cuanto al apartado técnico, es más fácil y corto señalar las taras que encontraremos: los NPCs tienen contadas animaciones, y la tasa de imágenes por segundo no es estable: ojo, que nunca bajará de 30 fps, pero me sigue resultando molesto el que vaya fluctuando hacia arriba cuando hay menos carga gráfica: prefiero que se mantenga fija, algo que se podrá activar gracias a un parche que acaba de lanzar al mercado Sucker Punch. Chapó en este sentido por escuchar al público, que al fin y al cabo es el que manda, y el que paga.
El resto del apartado visual es sublime. Destacan las animaciones faciales en las cinemáticas, algo que no me esperaba dado el tipo de juego con el que estamos lidiando; la distancia de visión es brutal: probad a pararos en lo alto de cualquier rascacielos de Seattle, merece la pena. Idéntica valoración para efectos de partículas -espectaculares las refriegas con explosiones y destrucción de estructuras-, y en la cima, la iluminación, capaz de hacer saltar las lágrimas a más de uno; no por emoción, sino porque el sol del atardecer te acabe deslumbrando, o su reverberación en el asfalto mojado por la lluvia que acaba de caer.
Infamous: Second Son nos durará algo más de diez horas, algo que podíamos prever en un juego abierto como éste. Vuelvo a incidir en que su argumento no es capaz de hacernos despertar apenas entusiasmo, que los cimientos jugables nos resultarán sobradamente conocidos y que seguirá ofuscándonos el maniqueísmo que rezuma la dualidad entre la buena y la mala acción; aún así, el disfrute de estar protagonizando el nacimiento y la ascensión de un súperhéroe está tremendamente logrado, multiplicando las buenas sensaciones gracias a aquellos momentos en los que el envoltorio audiovisual nos grita a la cara ‘joder, esto sí merece que hayamos dado el paso a la nueva generación’. Poca cosa.
Buen artículo y buena comparación con Jesse Pinkman, si todavía no terminaste de ver todas las temporadas de Breaking Bad, te aseguro que te encantará