Hace algún tiempo, en un sistema muy lejano -no en mi caso, puesto que lo tengo a pocos metros de mí, colocado en el museo del videojuego que tengo montado en el salón-, el Amstrad CPC podía convertirse en unos minutos en una máquina tragaperras auténticamente profesional. Efectivamente, aunque ahora se encuentran bastante desfasados, nos bastará con remontarnos al año 1987 para poder visualizar en nuestra tienda favorita una cinta de cassette rotulada con el título “Fruit Machine Simulator”.
Como su propio nombre indicaba, nos encontrábamos con un simulador completo de los cacharros que pululaban cualquier bar de la época; las monedas de cinco duros eran virtuales, y en este caso podíamos hacernos un pequeño lío: comprensible, ya que la moneda utilizada en el juego era la libra (una moneda dorada de libra) o el penique, distribuido en fichas de 50, 20 y 10 peniques.
Al igual que en el resto de videojuegos de tragaperras, el desarrollo del juego era muy sencillo, limitándose al directo objetivo de amasar dinero con nuestras jugadas. Más allá de darle al botoncito para que los rodillos con frutas impresas comenzasen a rodar, el juego programado por Mark Baldock permitía opciones extra como la de acumular iluminaciones de una palabra -CASH BASH- que podía reportarnos premios si lográbamos completarla, o también el tema de fijar uno o dos rodillos antes de comenzar una jugada, si es que nos interesaba la combinación que podía derivar de realizar tal acción.
El juego, distribuido por Codemasters -la cual, en aquellos tiempos, era especialista en lanzar al mercado productos de serie budget como el que hoy nos ocupa-, tenía unos gráficos coloridos pero bastante simplones, y contaba con el hándicap para el españolito de a pie de no tener textos traducidos; si lo sumamos al tema de la conversión de moneda previamente mencionado, podía provocar el correspondiente susto del jugador a las primeras de cambio.