En aquella época, contemplar en las pantallas de cine la violenta obra de Verhoeven lograba transferir muchas más connotaciones de las que podríamos imaginar. Con influencias de culto como Blade Runner o Ultimátum a la Tierra y bajo un manto cibernético de cruda y descarnada acción, Robocop encerraba dentro de su metálica jaula una brutal crítica que disparaba hacia varias líneas de flotación de su tiempo: manipulaciones políticas, corrupción policial, generación de residuos tóxicos o la utilización indiscriminada de las armas.
Mientras que el tema principal de la película aborda la utilización de un arma definitiva para imponer la ley, mitad hombre, mitad máquina, bajo el que subyace una historia de venganza -un sentimiento que queda permanentemente implantado en el espectador tras quedar anonadado con el cruento acribillamiento que sufre Murphy-, el director va encajando con mucho arte una serie de perlas en forma de anuncios de televisión y flashes informativos, en los cuales se pone de manifiesto la crisis económica y social de la Detroit del futuro, las víctimas que han sufrido ataques de misiles que no iban para ellos o un juego de mesa denominado Nukem, que a la postre nos sirve como perfecto reflejo del humor negro que impera en todo el filme; sin duda, Verhoeven quiere rebajar la tensión que provoca los subidones de violencia desperdigados por todo el metraje.
Y ya que he mencionado en el párrafo anterior dicha escena, es obligatorio comentar la famosa secuencia en la que los malhechores destrozan el cuerpo del oficial de policía, desencadenando el resto de sucesos que ocurren en la película. El fatídico tiroteo fue retocado varias veces, con el objetivo de que la calificación de la película alcanzase el R-Rated, en lugar de la X que recibió al principio. Ambas consideraciones obligaban a los menores de 17 años a acudir a los cines norteamericanos con la supervisión de un adulto, aunque la clasificación X era aún más fuerte, en este caso, por violencia extrema. Y es que aún a día de hoy sigue estremeciendo la actitud de los asesinos y la crudeza con la que Murphy es despedazado; con los efectos con los que se cuenta en la época actual, pocas películas se me ocurren que contengan alguna escena con una potencia tan devastadora.
Otro de los elementos que uno suele recordar con nitidez es el robot ED-209, una auténtica máquina de matar que acaba yéndose de las manos de sus creadores, otorgando la oportunidad al personaje encarnado por Miguel Ferrer para rematar su proyecto Robocop. ED-209, animado mediante la añeja técnica del Stop-Motion, cose a balazos a un directivo de Omnicorp ya que el software encargado de detectar que el villano de turno ha bajado su arma falla miserablemente en un simulacro realizado en la propia empresa. Verhoeven vuelve a aprovechar para transmitir al espectador sus intenciones al hacer que la cúpula directiva de la corporación pase olímpicamente del pobre diablo al que se ha cargado el robot, dándole más importancia a las pérdidas económicas que puede suponer el desestimar la máquina y encontrar un nuevo sustituto para el dichoso aparato.
Peter Weller saltó a la fama con su interpretación de Robocop. El trabajo de confección de los trajes y el maquillaje eran de diez, pero Weller puso mucho de su parte para que fuera convincente lo que se plasmaba en pantalla. Lo aparatoso del ‘disfraz’ hizo que tardase unas nueve horas la primera vez que se embutió dentro del mismo; su transpirabilidad era nula, perdiendo kilos como si fuera un piloto de Fórmula 1 dentro de un monoplaza. Sus movimientos robóticos y ralentizados llevaban un duro entrenamientro de trasfondo. Si tuviera que quedarme con un momento de su actuación, sin duda sería cuando se deshace del casco y podemos ver su rostro. Es impresionante contemplar el efecto conseguido, ya que, aunque parece por completo que la mitad de su cráneo ha sido sustituido por metal y cables, la expresión humana de Weller al recordar a su familia resulta conmovedora.
Si nos fijamos en el personaje femenino de la historia, interpretado por Nancy Allen, captaremos las intenciones del director en diluir lo máximo posible las barreras del género en este particular futuro distópico. En la presentación del personaje, la oficial de patrulla Anne Lewis patea el culo de un malhechor sin compasión, y difícilmente sabremos que es una mujer la que lo lleva a cabo hasta que descubre su rostro. Tan descarado como curioso resulta comprobar que los vestuarios policiales son unisex, ya que vemos a una policía en ropa interior cambiándose junto a sus compañeros sin ningún tipo de tapujos.
Se dice que Robocop fue lo más parecido a trasladar a pantalla toda la esencia de un cómic-book, sin estar basado en ninguno en concreto. Por supuesto, son muy evidentes las influencias de Juez Dredd y, sobre todo, Iron Man. A modo de guiño, uno de los delincuentes a los que Murphy debe ajusticiar, asalta un establecimiento en el que toma a conciencia un ejemplar de cómic cuyo protagonista es el multimillonario Tony Stark. A raíz del éxito de la película no sólo surgieron cómics, sino que se formó todo un ecosistema en torno al cibernético personaje, incluyendo secuelas, series, videojuegos y todo tipo de merchandising.
Al compás de la épica banda sonora de Basil Poledouris, la cual por momentos nos hace imaginar a un Conan del futuro repartiendo ostias como panes, la película no ha perdido ni un ápice de frescura en su desarrollo; no he tenido oportunidad de ver el remake, pero desde luego lo tiene muy complicado para alcanzar al filme original. La inteligente utilización de la misteriosa cuarta directiva implantada en el sistema de Robocop cerraba la primera misión del brazo cibernético de la ley, y abría todo un universo que, a pesar de carecer de corazón, sigue hoy más latente que nunca.
Me da la impresión de que Hollywood está un poco falto de creatividad, este 2014 las películas más importantes que van a salir son remakes de otras de hace unos años, como Robocop por ejemplo. A finales de los 80 esta historia impresionaba, a día de hoy es un robot más…