La gente de Behaviour Interactive han perseverado en realizar una secuela que remiende las heridas causadas por su anterior creación, Naughty Bear. Partir de una idea que parece a todas luces original, fresca y capaz de generar un juego interesante, no evitó que nos encontrásemos con una sonora decepción hace un par de años.
Y no, Naughty Bear no tenía demasiado relleno en el interior de su cuerpo de peluche. O si lo tenía era tan repetitivo como monótono, además de estar revestido con un aspecto de juguete antiguo y desfasado. Un muñeco no exento de fallos de fabricación, como su diabólica cámara, capaz de asustar a cualquier animal que se acercase al título.
Panic in Paradise ha crecido en algunos aspectos, a la vez que ha menguado en uno verdaderamente importante: su precio. Al quedar encuadrado como título exclusivamente descargable, los quince euros que vale hace que lo miremos con ojos de oso degollado, hasta aquí nos alcanza la apabullante crisis, amigos.
Y resulta curioso encontrarnos con mucho más contenido que en el original, el cual venía distribuido en su correspondiente DVD o Blu-Ray, elijan el que más coraje les de, los gigas desperdiciados cuestan la misma sangre y el mismo sudor. Esta vez tenemos una treintena de niveles que recorrer, escenarios más variados y una ingente cantidad de elementos interactivos con los que carcajearnos a gusto a la hora de destripar a nuestra víctima.
Se ha potenciado, o al menos se ha hecho hincapié en ello, el elemento de sigilo; los osos que pululan por el escenario tienen su propio cono de visión, en el cual nos cuidaremos de no caer para lograr ser más devastadores y conseguir batir el récord de puntuación en el mapa. Por desgracia, la IA de los peluches está tan conseguida que nos creemos a pies juntillas que tengan el cerebro hecho de espuma. Echo de menos una mayor cantidad de movimientos en el protagonista: ocultarse, cubrirse, quizás gatear, aunque el término apunte al animal equivocado.
Y en términos de acción, la cosa sigue siendo demasiado simple: apenas nos encontramos combos, los movimientos especiales se reducen a uno por arma, no hay reto en cruzar nuestras pezuñas con nuestros contrincantes: lo más complicado será trincarlos por detrás, aunque suene tan mal como parece, para hacernos con su vestimenta y disfrazarnos.
Una vez que Malote, nuestro dislocado avatar, consiga entrar en la categoría de incógnito, podrá sembrar el pánico con mayor intensidad al pasar desapercibido en primera instancia. La puntuación aumentará si hacemos sufrir a los osos, llevándolos a la locura o incluso motivándolos a que se despeluchen a sí mismos. La primera vez mola. La segunda aún. A la duodécima vez, la sensación de repetición nos vuelve a conquistar, y resulta complicado no dejarse llevar.
No obstante, resueltos los problemas de cámara, con detalles tan cucos como las perturbadoras melodías en claro homenaje a las películas de terror de los ochenta o los brutales diseños de menú, Naughty parece pedirnos otra oportunidad para seducirnos en su luctuosa mecánica de juego.
Si conseguimos obviar el aspecto general gráfico del juego, de lo más simple que pueda verse en la presente generación, es posible que nos enganchemos a rejugarnos los niveles una y otra vez para conseguir la máxima puntuación o lograr desbloquear la enorme cantidad de zonas secretas, armas y vestuario para nuestro presumido oso. Mientras, quizás sigamos teniendo la sensación de que toda esta parafernalia podía haber dado algo mucho más grande…
¿porque una imagen de Darksiders 2 en la cabecera? O_o
¡Es un oso!