Historias en ocho bits: Rutina

Existen muchos males en la vida, pero si tuviera que quedarme con el más dañino de los que estamos acostumbrados a ver a diario, me quedaría con el mal de la rutina. Dícese de la repetición de una serie de acciones que se sucede en el tiempo con una misma frecuencia. La definición quizás no lo lleve de forma explícita, pero es un hecho constatado que la rutina esconde en su interior un componente de desgaste tanto físico como mental que sólo puede tener un final: la destrucción.

Y yo me sentía al límite de la destrucción. Una vez tras otra se repetían los mismos movimientos, un maldito conjunto de costumbres que estaba derivando en locura; lo peor es que yo era consciente de la situación, pero no podía hacer nada para revertirla. Una vez tras otra intentaba llegar a mi meta; pasaba por los mismos lugares, sorteaba los mismos obstáculos, me alimentaba con la misma comida de cada día. Los objetos me eran absurdamente familiares; las personas que veía, como de la familia.

De vez en cuando, sí que es verdad que intentaba variar lo invariable. Tomaba caminos más largos, aunque fuera para intentar alzar la cabeza y ver algo distinto. Pero, por desgracia, acababa en el mismo lugar de siempre. Y ahí acababa todo. Acababa, al menos, hasta la siguiente ocasión. Y en la siguiente ocasión, desde el primer segundo hasta el último, todo volvía a estar envuelto por una letal neblina que no me dejaba escapar.

Me gustaría hacer algo diferente, lograr avanzar, o retroceder quizás, saltar a un plano distinto, variar, o simplemente acabar y descansar. Pero no, rutina, rutina y más rutina. Y aquel que debe cansarse y cambiar no se agota. Lo he intentado pero no me escucha. Por favor, si alguien lee esto, comunicadle al dichoso chaval que desactive de una vez el truco de las vidas infinitas, joder.

Publicado por

Pedja

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2 thoughts on “Historias en ocho bits: Rutina”

  1. Tras 12 años esclavizado donde tu ya sabes termine aprendiendo una cosa, y es lo único bueno de aquella etapa….pero al menos algo bueno tuvo, que las horas laborales es mejor llevarlas con rutina pero apagando el cerebro. Y por lo que debe de uno preocuparse es por no convertir en rutina su tiempo libre. En ese tu eres el amo y señor, procura crear cada día una nueva aventura que te lleve a disfrutar como si acabaras de llegar al mundo.

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