Sauro, un arcade matamarcianos español

Corría el año 1987, yo estudiaba en el colegio San Felipe, Cádiz, cursaba séptimo de la extinta Educación General Básica, y justo en la misma calle del colegio -Sacramento para ser exactos- existía una tasca típicamente llamada Bar Jamón, donde se alojaba, como correspondía en la época, una máquina recreativa donde los chavales vaciaban sus bolsillos mientras los padres departían tranquilamente bebiendo cerveza y comiendo tapas de tortilla y carne con tomate.

Dicha máquina cambiaba cada cierto tiempo de juego; aunque la variedad no fue demasiado extensa a lo largo de su vida útil -desapareció un buen día, cuando cerró el bar por sorpresa-, sus juegos quedaron marcados a fuego en mi currículum vitae particular, y tanto Flying Shark como Ninja Emaki están en mi High Score de todos los tiempos debido a esta efeméride.

Lógicamente, en la época yo los llamaba el juego de los aviones de guerra, por un lado, y el del puñetero demonio que se le iluminaban los ojos y cuyo héroe se ponía rubio cuando le daban un toque, para el arcade de Nichibutsu. Existió un tercer juego, el cual duró menos tiempo que los otros dos. De este sí que me sabía el nombre, puesto que lo ponía en letras grandes en la intro del mismo.

Y en dicha intro, el submarino propulsado por lenguas de fuego que manejamos en el juego disparaba al letrero, ilustrado sobre un extraño águila-pajarraco. El letrero giraba hasta que se dejaba ver su nombre mientras una voz digitalizada, por decir algo, esgrimía un mecánico y lacónico «missochenfuinklin«. Qué coño significaría, nunca lo sabremos. El juego era Sauro. Y era español.

En efecto, la compañía Tecfri, cuya sede se localizó en L´Hospitalet de Llobregat allá por 1983, creó y manufacturó varios arcades, algunos de ellos medianamente destacables. Curioso el caso de Ambush, un shooter matamarcianos con perspectiva y zoom similares al Space Harrier de SEGA, que logró ser distribuido en Japón por la compañía Nippon Amuse. Todo un logro al que hay que apuntar como responsables a gente como Javier Valero, Josep Quingles y Luis Jonama, futuros fundadores de la exitosa Gaelco.

Y Gaelco, sin duda, es mucho más conocida que Tecfri, que se convertiría a la postre en una especie de nodriza para la compañía que posteriormente lanzaría éxitos como Splash o el recientemente liberado World Rally. Centrándonos de nuevo en Sauro, resulta gratificante comprobar la calidad técnica que exhibía este shooter. Para empezar, basaba prácticamente toda su mecánica de niveles en entornos submarinos, algo poco habitual en la época.

Basta comprobar el vídeo que adjunto en el presente artículo -grabado por Raúl Montón, un saludo para el gran Punisher– para verificar el buen hacer en el dibujado de sprites, el scroll y la dinámica trepidante de juego, con un incesante acoso de fuego enemigo, obstáculos del propio entorno y, sobre todo, los «esqueletos» de las máquinas enemigas, que nos quieren joder incluso después de caer en combate.

Al final de cada fase nos encontrábamos el clásico Final Boss, contra el cual convenía de haber hecho acopio de power-ups durante el desarrollo del nivel. Por desgracia, Tecfri se contagió hasta la médula de uno del mal más extendido en el software español de la época: la mala calibración de la dificultad. La jugabilidad se veía afectada hasta el punto de requerir reflejos inhumanos y un estudio metódico de cada metro que avancemos en el nivel para poder sobrevivir a este auténtico infierno bajo el agua.

Y al hilo de este comentario, de lo jodido que era el juego, debo comentar obligatoriamente la siguiente anécdota: una vez, en nuestro añorado Bar Jamón, decidí que esta vez sí que superaría la maldita primera fase, que alcanzaría el nivel de la cueva submarina. Cual fue mi sorpresa y estupor cuando, tras avanzar en el eje horizontal de la pantalla para esquivar los proyectiles enemigos, fui a retroceder y me quedé con dos palmos de narices.

El joystick no funcionaba hacia la izquierda. Solté mil improperios, sudé a la misma temperatura que poseía la gaseosa fresquita que mi abuelo se estaba tomando mientras me esperaba, y aguanté todo lo que pude en el extremo derecho de la pantalla. Sumemos a la horrible dificultad intrínseca de Sauro este brutal hándicap y tendremos un recuerdo imborrable para toda la vida. Y es que aún, a día de hoy, sigo preguntándome qué diablos dice la maldita voz digitalizada…

Publicado por

Pedja

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5 thoughts on “Sauro, un arcade matamarcianos español”

  1. sigo preguntándome qué diablos dice la maldita voz digitalizada…

    Is a Tecfree game. – en la portada

    lower power – cuando pierdes energia por los impactos

    fantastic – destroyed cuando destruyes algunas cosas.

    think now ¿?¿¿? cuando te matan esta no la entiendo. si es esta se puede traducir (¿ahora que?) no creo… jejejeje

  2. Que nostalgiaaaaaa T_T
    Yo también la jugué en bar, se manejaba como el culo con los mini joysticks de plasticuchi de la época y me mataban de pestañear.. ¡Que fuerrrete!

  3. Recuerdo haber jugado este juego en cadiz en los recreativos J.M en la avenida,recreativos san jose, recreativos gades en frente del actual mac donals.El juego fue muy adelanto para su tiempo era muy adictivo pero a su vez tenia una dificultad endiablada.Por cierto en la presentacion del juego creo que la voz digitalizada dice It`s a tecfriii.Un saludo maquina.

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