Review Call of Duty Black Ops

Treyarch siempre había estado a la sombra de Infinity Ward; si fuera ciclismo, sería hacer la goma, siempre detrás del líder del pelotón de escapados; si fueran dos eventos deportivos seguidos, sería aquel que tiene que igualar el tremendo éxito que ha tenido el primero; la exigencia siempre la ha marcado el Call of Duty anterior al que debía realizar Treyarch.

Sin embargo, ahora el peso de una de las franquicias más rentables del videojuego actual, va a recaer al cien por cien sobre sus hombros -al menos de momento, ya que será probable que haya otros Call of Duty con una nueva desarrolladora-. Y conste que a mí el Call of Duty 3 me gustó poco o nada, mientras que World at War era bastante irregular, aún conteniendo momentos sublimes en su campaña, como en la misión en suelo ruso en la que nos confundimos con cientos de cadáveres… precisamente al lado de cierto personaje que repite comparecencia en esta ocasión: Reznov.

Black Ops, por su parte, merece mi respeto por lograr transmitir tanta intensidad en todos y cada uno de los retos que propone su campaña, prácticamente sin dejarnos respirar en ningún momento… de hecho, hay veces que esto puede jugar en contra del propio juego, haciendo que en niveles de dificultad elevados podamos sucumbir una y otra vez y necesitemos tomarnos un descanso a la fuerza para retomar la misión más tarde.

Como es habitual, los eventos se suceden de manera scriptada, o lo que es lo mismo, bajo la batuta de un guión que ya está más que escrito. Fórmula que suele sacrificar la rigidez de su estructura jugable por la espectacularidad y la intensidad de lo que ocurre en pantalla, de la historia de la que somos partícipes directos aunque, en el fondo, seamos simples vagonetas de tren que no pueden salirse de los raíles ni por un instante.

En esta ocasión hay menos momentos cinematográficos durante el desarrollo de las misiones, aunque la manera de entrelazar cada nivel sí que nos remita a películas como La Escalera de Jacob, a base de flashbacks y recuerdos del soldado Alex Mason, empastillado hasta las cejas y atado a una silla mientras una terrible voz le interroga sin piedad, a la vez que no deja de quejarse porque una secuencia de números no le deja dormir por las noches… quién sabe, igual es la combinación ganadora de algún viaje paradisíaco. Desde luego, me parece mucho más atractivo que el típico argumento a lo Tom Clancy de los Modern Warfare.

Misiones más cortas de lo habitual, enlazadas por el recuerdo histérico de Mason, involucrando a personajes históricos como Castro o Kennedy, y visitando escenarios y parajes de lo más variado. Quizá no esté a la altura la inteligencia y la iniciativa enemiga, que aunque se mueven bastante en pos de que no les acertemos, hay muchos momentos en los que no toman decisiones lógicas, siendo algo suicidas o ingenuos a la hora de parapetarse. Aún así, en niveles altos de dificultad, su extrema puntería y la aglomeración de soldados hostiles serán un reto de alto nivel.

Seguramente la mejor aportación la pongan los niveles con vehículos, en los que el camino scriptado deja paso a la conducción real, a veces aderezada con disparos y puntería (una mano en el manillar de la moto, otra en la escopeta), siendo una idea que ya se ha visto (el último Medal of Honor sin ir más lejos) pero que resulta igualmente gratificante.

De las seis/siete horas que puede durarnos la campaña, pasamos a cierta decepción por no encontrarnos el brillante Operaciones Especiales de la anterior entrega; para cubrir esta ausencia, tendremos un cooperativo a cuatro jugadores en el que tendremos que deshacernos de oleadas de zombis mientras defendemos una ubicación y bloqueamos las entradas a los no muertos, auténticas estrellas de la presente generación. El modo no es nuevo, ya lo vimos en World at War, pero la verdad es que se ha reforzado bastante para ofrecernos un buen puñado de diversión.

Y claro, ahora viene el Multijugador, y aquí, señores, no hay color. Muchos lo han intentado, de hecho el último Bad Company 2 ha logrado acercarse, pero la fórmula mágica de los CoD permanece intratable un año más, destacando la vuelta de tuerca que Treyarch se ha sacado de la manga. El sistema de experiencia y niveles se complementa con la ganancia de créditos que servirá para desbloquear armas, accesorios y otros items para nuestro personaje.

Lo mejor es que podremos apostar ese  «dinero» en modos absurdamente brillantes, tales como el de Palos y Piedras, en el que cada jugador sólo dispone de ballestas y de un tomahawk capaz de resetear el contador de muertes del enemigo a cero y hacer que reviente el mando contra nuestra cara virtual, u otros modos como el de cambiar obligatoriamente de arma cada cierto tiempo, exigiéndonos una versatilidad extrema para ganar lo apostado. Chapó, una vez más, para, en mi opinión, el mejor multiplayer competitivo de la generación.

Y audiovisualmente hablando, hay que decir que Treyarch sabe reciclar sabiamente el engine que tienen entre manos, sobresaliendo la variedad de escenarios y situaciones previamente comentada; quizás destaquen mucho más los modelos de los soldados sobre los escenarios, algunos de ellos simples o demasiado desangelados. Las partituras de la banda sonora, por su parte, corren a cargo de Sean Murray, con la contundencia acostumbrada en los momentos cumbre, plagados de riffs eléctricos, entre los que, en cierto momento, suena Simpathy for the Devil para coronar el mejor momento del juego, merecedor de pasar al mejor histórico de escenas a recordar en un videojuego. Por cierto, algo deficiente el doblaje al castellano, sobre todo en temas de sincronización con los personajes.

En conclusión, Black Ops no va a faltar a su día de la marmota particular: Noviembre, se acerca la campaña navideña, el juego marca récords de ventas en los primeros días y, al fin y al cabo, muy poca gente sale decepcionada, por mucho que los cánones establecidos vuelvan a recorrerse, punto por punto. Treyarch logra mantener el elevado nivel de la franquicia, y aunque nos despoja del fantástico cooperativo de las Operaciones Especiales, aporta grandes dosis de personalidad en todo el juego. No es poca cosa dadas las circunstancias.