Resulta todo un placer retomar los artículos de este calibre; recopilar los mejores arcade que pudimos disfrutar en los años ochenta siempre resulta refrescante y a la vez nostálgico, sabedores todos de que la sensación de entrar en nuestro salón recreativo favorito, atestado de niños con granos, chuletas que no dejaban jugar al resto y el típico chaval encargado de cambiarte la moneda de veinte duros por las cuatro de veinticinco pesetas… de que dicha sensación, digo, ya no volverá. Pero bueno, hagamos algo porque sea posible que regrese, al menos a nuestras mentes.