El hombre murciélago ha irrumpido con fuerza en la nueva generación. Debo reconocer que las bondades gráficas del juego no colmaron mis expectativas durante los primeros minutos; al fin y al cabo, utiliza el motor Unreal Engine 3, y ello le acerca bastante al resto de la saga Arkham… pero nada más lejos de la realidad. Mi percepción cambió cuando conduje el Batmóvil a toda velocidad por Gotham mientras la pertinaz lluvia asola las calles y el asfalto mojado refleja las luces nocturnas, o en el momento que divisé la distancia de visión desde uno de los rascacielos de la ciudad. Arkham Knight acaba impresionándonos, en especial cuando su argumento cala en lo más hondo de nuestro espíritu enmascarado, atado a Batman tras haberlo encarnado en tantas ocasiones desde aquel lejano Bat-Man (Ocean, 1986) de Jon Ritman para ordenadores de ocho bits.
En este sentido -eclipsando a otros menesteres como la verdadera identidad del caballero de Arkham-, a lo largo de la historia subyacerán los rincones más profundos de la psique de Wayne, jugando con sus recuerdos y las personas más preciadas para él, que termina redondeando un guión tan redondo como el que vimos en aquel ya lejano Arkham Asylum e incluso superándolo por momentos.
La libertad de movimientos a la hora de afrontar la campaña resulta todo un acierto. Rocksteady nos permitirá enlazar misiones y submisiones en el orden que deseemos, y esto libera la rigidez que encorsetaba a títulos previos como el fastuoso Arkham City. Todo raya a un nivel sobresaliente, incluso los numerosos puzles que debemos desentrañar mientras conducimos nuestro particular vehículo-tanque, resultando tan original como inesperado. Eso sí, quizás el equipo desarrollador llegue a abusar un tanto de la utilización del Batmóvil, puesto que en determinadas situaciones parece metido con calzador. Por suerte, esta sensación nos llegará a cuentagotas, puesto que la mayor parte del planteamiento jugable se encuentra diseñado con un acierto digno de alabanza.