Si colocamos a The King of Fighters XII en nuestro particular punto de mira e intentamos emitir un veredicto que desemboque en una calificación global, en un número que oscile entre un mínimo y un máximo, en una cifra que etiquete su desempeño como videojuego, estaremos ante un proceso ampliamente subjetivo. Esto puede parecer una perogrullada: cualquier opinión debe tener un componente personal otorgado por el que la emite, pero en este caso, la máxima se cumple más que nunca.