Cursed Mountain juega sus cartas desde el principio de la partida. Aunque esté encuadrado de forma escandalosa en un género que, en los últimos años, apenas nos ha sorprendido -con la excepción del venerado Dead Space– sí que es verdad que, en este caso, Deep Silver intenta desplegar un meritorio arsenal de tácticas para envolver al jugador en su particular atmósfera.
Una atmósfera hostil, fría y con escasez alarmante de oxígeno. Hacer girar un survival horror alrededor de la escalada extrema, con montañas traicioneras, nieve y pueblos perdidos de la mano de Dios, me parece una idea cojonuda y tremendamente original.