El nuevo título de conducción de Codemasters toma el volante y circula entre la simulación y el arcade, decantándose en mayor medida por éste último. Si bien es verdad que GRiD resulta accesible para un amplio abanico de usuarios, encontraremos muchos aspectos propios de un juego de coches más exigente de lo que parece a simple vista.
Por ejemplo, el coche que escojamos conducir para cada carrera puede sufrir bastantes daños si no lo tratamos bien. Aunque leves roces sólo harán mella en la sufrida carrocería, un buen impacto puede dejarnos con la dirección seriamente afectada, algo que hará que el coche no siga en línea recta normalmente. Si la ostia que nos pegamos es digna de comerse todos los puntos de nuestro carnet, es muy posible que no podamos continuar la carrera.
Para subsanar nuestro error, disponemos de una serie de ‘flashbacks‘, idóneos para utilizarlos en situaciones como la del párrafo anterior. Esto no es más que acceder a la repetición de los últimos momentos de carrera y rebobinar justo antes del momento en el que colisionamos. El juego nos dejará seguir a partir de ese punto para corregir el fallo y poder terminar la carrera. Original y bastante útil para no tener que reiniciar la carrera por completo.
En el modo principal de juego, nuestro objetivo es superar los distintos retos que nos ofrecen para conseguir dinero y poder adquirir nuevos vehículos. Lo primordial será acabar la carrera, pero obtendremos bonus en metálico si no usamos flashbacks, si quedamos en cierta posición o si llegamos a adelantar a un rival en concreto.
Se hace destacable la amplia diversidad de modalidades de carrera; así, tenemos a nuestra disposición competiciones de turismos, muscle cars o monoplazas fórmula 3. Incluso podremos correr las 24 horas de Le Mans a tiempo real -con cafeína incluida- o participar en un Demolition Derby, donde el circuito pondrá de su parte para que las colisiones estén a la orden del día. Eso sí, queda bastante corto el número de circuitos, sólo quince.
Quizá la mejor baza en el modo de un jugador venga de la mano del comportamiento que exhiben nuestros contrincantes en la pista. Resulta admirable ver cómo cada conductor toma las curvas de distinta manera, algunos apuran la frenada al máximo, otros derrapan y tras un espectacular trompo se empotran contra los neumáticos del arcén. Su comportamiento agresivo hace que jugar solo sea perfectamente disfrutable y menos aburrido que en otros títulos más, digámoslo así, «serios».
Tecnología sólida
Heredero de la saga Race Driver, GRiD tiene muchos puntos en común con el anterior videojuego de conducción de la desarrolladora, DIRT. No en vano, el motor gráfico es el mismo. El Neon vuelve a brillar -cómo no- con luz propia a la hora de dibujar escenarios y vehículos, y lanzarlos en trepidantes carreras mediante treinta sólidos frames por segundo.
Desde la calidad de la texturización de los modelos hasta los efectos de iluminación, pasando por las espectaculares deformaciones en los coches, elementos destruibles en el entorno y la convincente acción y reacción entre vehículos a la hora de impactar entre ellos. Todo raya a un excelente nivel, aunque yo sigo manteniendo que un título donde la velocidad es la gran protagonista debería exhibir, a estas alturas, sesenta imágenes por segundo.
Conclusiones jugables
Race Driver GRiD ofrece una experiencia de conducción ciertamente alejada del realismo de un simulador, aunque igualmente exigente, sobre todo en lo que concierne a la frenada previa a tomar cada curva del circuito. El viraje de los vehículos se hace de forma poco gradual y con cierta brusquedad, algo a lo que habrá que acostumbrarse, al igual que el uso aconsejable del freno de mano para derrapar.
La competente inteligencia artificial de los rivales otorga bastante emoción a cada carrera, mientras que el modo multijugador se convierte en una inmensa fuente de piques y diversión, con doce jugadores simultáneos y cero lag. En la parte negativa, se echa en falta variedad de modos online -prácticamente, partida igualada y poco más-, así como una mayor cantidad de circuitos, como os he comentado antes. El balance, finalmente, resulta bastante positivo, siempre que no pertenezcas al club de los puristas de la simulación. Yo es que, desde que jugué Out Run en cierto bar hace veinte años, soy de arcade hasta la muerte.