FloridaReplay es el área de formación, desarrollo e investigación en videojuegos de Florida Universitaria, donde se imparte un Máster en creación independiente de videojuegos. Tras finalizar el curso del presente año, varios componentes que han estudiado dicho Máster presentaban en Madrid Games Week el fruto de todos estos meses dedicados a formarse en su hobby preferido. El nombre de su proyecto fin de carrera es Ian’s eyes, y por mucho que resulte paradójico, gran parte de los asistentes al día de prensa del evento madrileño sólo tenían ojos para dicho juego.
Para que tu proyecto llegue a calar hondo, de una u otra manera, la idea inicial debe ser potente; no queda otra. Y el concepto del que parte Ian’s eyes me parece absolutamente cautivador: un survival horror visto desde la perspectiva de un niño que, precisamente, no puede ver, y debe ser guiado por un simpático canino que hace las veces de lazarillo. En la industria del mainstream podemos comprobar una y otra vez cómo las grandes empresas intentan transmitir miedo al jugador recurriendo a temáticas adultas. Sin embargo, los creadores del indie del que hoy hablo cayeron en la cuenta de que todo buen cuento infantil debe poseer una parte en la que el niño que lo lee sienta inquietud y desasosiego; al fin y al cabo, estamos hablando de temores primordiales, esos que llevamos con nosotros desde que nacemos.
Así, el protagonista debe recorrer un colegio en el que ha ocurrido algo muy extraño; bien es verdad que la idea de que los enemigos estén zombificados está bastante machacada, pero en este caso, los zombies son los propios compañeros de clase de nuestro avatar, algo que llega a resultar perturbador desde mi particular prisma. El sistema de cámaras es fija, recordando al primer Resident Evil o, más aún, a Alone in the Dark. Y no es mala elección, aunque tras probar el juego en el stand de MGW 14, tengo que decir que el control y manejo del perro aún debe pulirse un poco más, sobre todo en el momento en el que se cambia de una perspectiva a otra.
Acabo de comentar que lo que manejamos es la fiel mascota del chaval ciego, que nos acompañará de forma automática cuando emitamos un pequeño ladrido para llamar su atención. Ian’s Eyes juega con esto de manera que ladrar resulta un arma de doble filo, tanto para avisar a nuestro dueño como para atraer a los enemigos, ya sea de forma intencionada o meramente accidental. El juego no es ningún paseo, puesto que penaliza duramente que no seamos sigilosos, terminando en cuanto pasemos demasiado cerca de un zombi o lo alertemos por formar el taco. La táctica de ocultar al chico en alguna zona ciega -valga la redundancia- del escenario, distraer al malvado compi de turno y dejar el camino libre será el pan de cada día en la mecánica jugable de esta aventura.
Ian’s Eyes se encuentra en pleno proceso de votación en Steam Greenlight, y no le va mal del todo. Si consiguen superar este trance y pulir su manejo, estaremos ante un título destacado, muy capaz de corroborar que aquello de estudiar de manera concienzuda una materia en concreto sale a cuenta. Suerte.