Prácticamente alcanzado el primer año de vida de la nueva generación de videoconsolas, se puede concluir sin tapujos que existe un notable protagonismo de los remakes o lavados de cara de juegos que salieron en la hornada anterior. La causa es muy sencilla: a los desarrolladores más señalados se les han pegado las sábanas a la hora de alimentar a las bestias liberadas al mercado del videojuego en Noviembre de 2013. Por tanto, parece una excelente oportunidad para que sea posible cosechar un buen número de ventas con títulos como Tomb Raider Definitive edition, The Last of Us remasterizado o Grand Theft Auto V, éste último aún por salir a la venta. De este modo, 4a Games se ha subido al carro -¿o al metro?- y ha juntado sus dos aventuras post-apocalípticas, Metro 2033 y Metro: Last Light, en un solo disco.
La historia cuenta las desventuras de Artyom, el protagonista, en un mundo devastado por la guerra nuclear donde vivir bajo tierra es la única opción razonable; los argumentos de ambos juegos se van desgranando en conversaciones con NPCs que van intercalándose entre pasajes protagonizados por la tensión y los tiroteos. Ambas historias se basan en la novela de Dmitri Glujovski llamada de idéntica forma al primero de los juegos. Metro 2033 cuenta ya con cinco añitos y el paso del tiempo no le ha tratado tan bien como querríamos, seguramente afectado por el paso de la radiación.
En 4a Games se dieron cuenta de ello y le han pegado un enorme baño de pintura, habilitando la mejora gráfica que ya pudo verse el pasado año en Metro: Last Light, la secuela. Los problemas técnicos que arrastraba el original, así como sus elevados tiempos de carga o la inestabilidad que se podía apreciar en el trasncurso de la campaña son parte del pasado en la versión incluida en este Metro Redux. Es de agradecer que los desarrolladores no se hayan limitado a la capa exterior, ya que Metro 2033 también denota mejoras aplicadas al comportamiento de los enemigos -el cual resultaba tremendamente básico en el original- y al manejo del personaje principal.
Aunque ambos juegos mezclan la acción propia de un FPS con un entorno opresivo y agobiante, además de las situaciones en desventaja propias de un survival horror -la cumbre de dicho componente se encuentra en el modo Ranger, en el que se juega sin ningún tipo de HUD ni marcador en pantalla-, se nota que el segundo juego está mucho mejor balanceado que el primero, el cual aún arrastra un ritmo demasiado pausado, quizá desesperante para los jugadores que estén acostumbrados a los infernales tempos de juego que suelen destilar los representantes del género de acción en primera persona.
Seguramente, en este sentido Last Light sea mucho más comercial, pero también es un producto más redondo en líneas generales. Al juego le ha sentado de maravilla la inyección de resolución y la tasa de imágenes de 60 frames por segundo, y la ambientación luce mejor que nunca, intercambiando los pasajes subterráneos con el famoso metro como telón de fondo con las escapadas que Artyom realiza al exterior. La superficie, al contrario de lo que podríamos imaginar, nos proporcionará los momentos más angustiosos del juego debido a que se hace obligatorio el uso de la máscara y sus reservas de oxígeno siempre estarán medidas al límite para causarnos tal desasosiego. Mientras, podremos observar la tierra devastada, donde se ha representado con maestría el conjunto gráfico bañado por la mortecina luz nuclear. El acabado visual sigue siendo la seña de identidad más palpable de ambos juegos, siendo tremendamente diferencial respecto a otros representantes del género.
Metro Redux incluye todos los descargables lanzados hasta el momento para Last Light, algo que redunda en una duración global de unas veintitantas horas entre ambos juegos, cifra nada despreciable en los tiempos que corren. En suma, resulta una experiencia que se antoja muy interesante, alejada de los tópicos a los que nos acostumbra la perspectiva subjetiva en los juegos de acción contemporáneos.