Parece que el término Blockbuster aplicado al cine lo adquirió en su día Tiburón, en el que un joven Steven Spielberg consiguió reventar las taquillas de las salas donde se estrenaba la película, en los cuales las colas daban la vuelta a la manzana o bloque de pisos. Sea cual sea el origen etimológico de la palabra, existen dos hechos que se antojan objetivos a la vista de cualquier seguidor del séptimo arte: uno, que Blockbuster se aplica a aquella película destinada a romper récords de venta de entradas de cine en las fechas de su estreno; y dos, que Batman de Tim Burton fue considerado un auténtico Blockbuster, el último de la década de los ochenta.
Las películas de Burton sobre el hombre murciélago, tanto la primera como Batman Returns, tratan al héroe desde una perspectiva tanto seria como desenfadada, dependiendo del tramo de película en el que nos encontremos. El humor negro tan particular del director se impregna en la representación del caballero oscuro y en la de su némesis por antonomasia, el Joker. Hay que decir que Michael Keaton parece encontrarse bastante cómodo en el papel del multimillonario Bruce Wayne, haciendo gala de cierta expresividad gesticulante que se maximiza si centramos el foco en el papel desempeñado por Jack Nicholson.
El Guasón, como es conocido en tierras hispanoamericanas, hace honor a este apodo en toda su expresión, ya que la actitud del personaje es, ante todo, divertirse, aunque de manera bastante macabra. Una de las escenas que mejor lo describen podría ser la reunión con la mafia, en la que le estrecha la mano a Rotelli, el capo, para electrocutarlo y que caiga calcinado, para después quejarse de que huele a chamusquina y de que parecía que se acaloraba demasiado. El poder curativo de la risa asociado con un actor que, por ejemplo, ya había lucido una inquietante sonrisa en la piel de Jack Torrance mientras perdía la chaveta en el hotel de El Resplandor.
Comparándolo con el Joker del recordado Heath Ledger, el de Burton actúa con más violencia, mide sus palabras, escogiéndolas de forma que su ironía y acidez vayan directas al corazón -o donde le pille- de la víctima, mientras que Ledger se especializó en sembrar el caos por toda Gotham para que sirviera de cortina de humo a su plan maestro, aunque, con total seguridad, lo que más trascendió de su personalidad se reflejó en ese monólogo que cerraba la obra maestra que dibujó Christopher Nolan en El caballero oscuro, un monólogo tan extenso como contundente.
Tanto Batman como Joker parecen emparejarse en la película de Burton, reflejando la obsesión que ambos encierran en sus comportamientos; en el caso del murciélago, su cabezonería por impartir justicia, él mismo, enmascarando -verbo inmejorable en este caso- la particular sed de venganza que lleva por dentro desde aquel fatídico momento en el que sus padres son asesinados por un criminal. En esta película, es Jack Napier (el Joker antes de caer en un pozo de ácido de la fábrica química Axis) el que perpetra el crimen, algo que difiere de los cómics, en los que el autor del asesinato es un simple mendigo. El guión propone este cambio para unir aún más a los dos personajes, cada uno en una cara de una misma moneda.
Si revisionamos Batman a día de hoy, puede que nos chirríen algunas cosas, pero en general mantiene con dignidad el tipo, siendo una película que va enlazando escena tras escena sin hacer que el espectador decaiga en su interés en ningún momento. Un ritmo que, sin embargo, pierde en buena parte en su continuación, con un montaje mucho más lento y pesado. El Batman de Tim Burton se desmarca absolutamente de la trilogía de Nolan, mucho más sesuda, y nos regala planos que ya han quedado marcados en nuestra retina para siempre; yo me quedo con la confrontación final entre protagonista y antagonista, cuando Batman coge de la solapa a Joker en todo lo alto de la Catedral de Gotham.
Aún con todo, el papel de los personajes secundarios “buenos” no trascendió demasiado a lo largo del filme; a Kim Basinger, en el papel de la periodista Vicky Vale, le basta con su particular belleza para encandilar al público, aunque tampoco parece tener demasiada química con Keaton; igual se llevó pensando en Mickey Rourke más de Nueve semanas y media. Otros papeles como el del fiscal del distrito Harvey Dent -encarnado por Billy Dee Williams, que siempre será el cazarrecompensas Lando Calrissian– o el comisario Gordon son puramente testimoniales.
Respecto a la música, Danny Elfman firmó una banda sonora de auténtico lujo, cuya principal partitura lograría estar vinculada a la figura de Batman durante mucho tiempo. El trabajo de Elfman con el caballero oscuro fue premiado con un Grammy; el compositor elaboraría, años más tarde, otras partituras para películas de personajes de cómic (véase Darkman, Dick Tracy o Spider-Man), pero ninguna pareció superar a esta oscura composición que encajaba de forma perfecta con la película.
Está claro que al enjuiciar el filme cada uno puede opinar mejor o peor de cada uno de sus aspectos técnicos, pero sería un error no acompañar esta reseña de una especial mención a todo lo que aconteció alrededor del filme. Recuperemos por tanto el término Blockbuster, y recordemos la brutal promoción que se preparó. Y es que podríamos citar pocos precedentes en términos de publicidad, tanto en televisión como en prensa y revistas, todo se teñía de negro y amarillo, a la postre los colores escogidos para representar al hombre murciélago de Burton.
En cuanto al merchandising, imaginad cualquier producto susceptible de ser personalizado, y seguro que se os escapará alguno; todos tenían el símbolo y el colorido de Batman: chucherías, videojuegos de ordenador, álbumes de cromos, estuches, camisetas, disfraces y un largo etcétera. La llamada Bat-Manía inundó nuestro mundo aquellas navidades de 1989, y pocos pudieron escapar a esta corriente arrolladora… incluso un Coro del Carnaval de Cádiz se llenó de Batmans y Jókers: “Bát-monos que nos vamos”.
Una película que ninguno de los que fuimos niños o adolescentes en los 80 olvidaremos. Y el juego de Ocean basado en la película es otra obra maestra, como tantas otras adaptaciones de película que hizo esta empresa por aquella época.
Coincido plenamente con Pedja y con Jedive. Esta película marcó un antes y un después, ya que es a partir de ella cuando los productores «hollywodienses» se animan a realizar películas de superhéroes. Ya solo por eso, esta película merece mucho respeto. Es cierto que si se visiona a día de hoy, algunos efectos y detalles han quedado algo desfasados, pero aún mantiene el tipo.
Sobre el videojuego, yo disfruté en su día de la versión de Spectrum, y no cabe duda, como dice Jedive, que es una obra maestra.
Me parece que Batman de Tim Burton es una excelente adaptación de los comics de este superhéroes, es una de las mejores películas que han existido de Batman, es mi personaje favorito y esta película tiene una muy interesante historia, además de que es entretenida y divertida a la vez; es una gran película.