Seguro que has escuchado un ruido atronador, como si algo sólido se rompiera en mil pedazos implosionando. Es el sonido de mis expectativas albergadas sobre el último trabajo del señor Locomalito, un malagueño que se mantiene en estado de gracia, al igual que su pedazo de equipo de fútbol que campea por Champions a diestro y siniestro. Expectativas que se rompen para renacer multiplicadas por mil. Maldita Castilla, pardiez.
Este ha sido un año realmente duro en lo que a la presente generación se refiere. Puede que mi opinión no vaya en consonancia con la de muchos expertos opinadores sobre el sector, pero eso nunca ha sido un problema.
Lo cierto es que en 2012 me cuesta sobremanera hacer la lista de los mejores del año, puesto que si bien el anterior estuvo repleto de auténticos cracks, el año del fin del mundo maya ha sido absolutamente soporífero en lo que a juegos se refiere, acusando sobremanera el inminente ocaso de la generación.
Y entonces llega Maldita Castilla, muchos meses después de que su autor nos diera el privilegio de probar una demo, un pequeño brebaje formado a medias por la miel que se escapa de los labios y por las amargas ansias de querer tener algo y verse obligado a esperar. Todo en Maldita Castilla pretende ser un homenaje al arcade de mediados de los ochenta; todo, incluso la apariencia gráfica con scanlines y un tenue brillo en las esquinas que asemeja el reflejo de una cabina recreativa.
Las referencias las habréis leído una y mil veces, así que me las voy a ahorrar, porque oiga, Maldita Castilla tiene suficiente personalidad como para lograr desmarcarse de las atemporales joyas de Capcom o Data East de las que bebe en copa ancha de balón y con puro en la otra mano. Y gran parte de la personalidad se basa en la ambientación de la España antigua y mágica, plagada de leyendas que se pierden en el tiempo y que regresan en forma de Final Bosses.
Y lo mejor no son esos Jefes Finales, los cuales nos retarán a descubrir la típica rutina a seguir para derrotarlos; tampoco el exquisito gusto a la hora de crear los sprites de los protagonistas y antagonistas; ni siquiera la acertada ambientación musical de Gryzor87, realizada mediante emulación del Yamaha YM2203 para que todo el conjunto sea perfectamente consecuente con la época homenajeada.
Y es que, aún mejor que todo eso resultará la maestría que encierra el diseño de los niveles, con una dificultad in crescendo que finaliza recordándonos la fagocitación indiscriminada de monedas de cinco duros; dificultad balanceada convenientemente gracias a los toques que aguanta nuestro adalid ibérico, Don Ramiro, el cual ingresa de golpe en el ilustre elenco de héroes patrios del videojuego. No tengo dudas: este es el auténtico Juego Del Año.
Justo vengo de jugarlo, y si bien el Ghoht and goblings nunca me llamó la atención (tal vez simplemente es que yo no tuviera nunca dicho juego, ya que de la Nes salté a la megadrive), pero la cuestión es que tras jugar este juego estoy bastante satisfecho.
Ciertamente «extraño» no poder atacar desde las líneas, o no poder modificar en el aire la trayectoria del salto, aunque si se puede frenar un poco el impulso pulsando en dirección contraria.
No estoy diciendo que esto lo haga mal juego ni mucho menos, tan solo es que estoy muy acostumbrado a los «mario lands» y los «sonics» e incluso un SOR3 en donde puedes hacer saltos imposibles ignorando la inercia y llegado a este uno tiene que reacostumbrarse.
Estoy de acuerdo con la curva de la dificultad. Al principio es sencillo aunque te van matando vidas/contínues, pero muchas veces cuando te han matado justo al final ya sea por descuido o mala suerte y tienes que empezar todo ese fragmento, lo haces siempre más rápido y más confiado, aunque siempre hay enemigos que te hacen pararte un segundo.
Me mataron bastantes veces, pero eso no consiguió que dejara de jugarlo. su dificultad es cada vez más alta (llegando a puntos de típicos enemigos cabrones) pero no es que sea imposible, aunque siempre puede pasar que después de morir unas cuantas veces luego te de un enemigo que nunca te daba, pero bueno, eso es lo habitual en cualquier juego que se precie.
En definitiva, es un buen juego y se nota ese estilo arcade de antaño.
Un buen juego que bebe hasta exprimir el mítico «Ghouls ‘n Ghosts» (sí, la segunda parte de la saga) de una manera descabellada. Aporta algunas pinceladas nuevas, lo cual no deja de estar mal, pero claro, sigue lejos del «Super Ghouls ‘n Ghosts». Y lo digo porque es tal el calco, que creo que lo pretende hacer, errando en su intento.
Ahora bien, para aquellos que no conozcan la obra de Capcom o simplemente no establezcan comparaciones tras haberse enfundado durante años la legendaria armadura de Sir Arthur (cosa más que improbable), acertarán si se retrotraen argumentando que este arcade es todo un puntazo con pleno sabor ochentero.
No me gusta el tema de los «continues» infinitos y que el juego únicamente esté en inglés (un juego descargable español, ambientado en España y que no tenga esa OPCIÓN me parece un desplante).
Por lo demás, para pasar el rato y echar unas sonrisas buscando una tumba a la que disparar para acabar convertido en rana. He dicho.