Review Max Payne 3

Rockstar se ha encargado de retomar lo que Remedy comenzó hace una década, la historia de cierto policía atormentado, castigado por ciertos hechos que le llevaron a perder prácticamente todo lo que quería. Max Payne, un personaje atado de forma opuesta y simbiótica a los analgésicos desde que fue bautizado de tal forma, ha visitado la presente generación con un juegazo que cualquier seguidor de la acción agradecerá y disfrutará a partes iguales.

La filosofía de Rockstar a la hora de adaptar Max Payne a los tiempos que corren ha sido clara y, quizás, lo que podríamos esperar: nada de experimentos. La jugabilidad, la mecánica base de la acción, se mantiene impertérrita, inamovible desde las dos primeras entregas de la saga, tan lejanas en el tiempo. La adaptación pasa por integrar las coberturas, auténtico icono de la generación en la que aún estamos.

Sin embargo, otro de los movimientos que abanderan los juegos de acción de los últimos años, ha sido ignorado por completo: el daño será permanente, el tiempo no tendrá ese toque mágico que nos hace dejar de sangrar, y Max y, por ende, nosotros, nos veremos obligados a tirar de botes de aspirinas para tener la oportunidad de sanarnos.

Suena extraño, ¿no? Y aún así, el detalle del «botiquín» sigue ofreciéndose como antaño, exigiéndonos ese plus de táctica para saber cuando utilizarlo, y estar atento al mapeado para aprovisionarnos de él. Genial el detalle de darnos una última oportunidad cuando nuestra salud tiende a cero: la cámara lenta nos avisa de que tenemos unos segundos, tiempo valioso que aprovechar si acertamos con nuestro verdugo, sacrificando un analgésico para volver a la vida.

Pero quizás lo más llamativo del juego sea la relevancia que cobra su historia, o más bien su forma de exponerla. Si en los dos primeros capítulos de la saga pasábamos páginas de cómic, en esta ocasión asistiremos a una auténtica película de cine negro, plagada de tiroteos y trepidantes escenas de acción cuidadosamente «rodadas», y a su vez, fundiéndose de manera indeleble con la parte jugable de la historia.

Me gustaría mencionar a los Kane & Lynch, juegos que, de alguna forma, tomaban el testigo de las aventuras de Max que implementasen Remedy hace años. La segunda entrega de los juegos de IO Interactive, el Dog Days, utilizaba una particular estética visual y el uso y abuso de efectos y movimientos de cámara agresivos en sus escenas. En este caso, este Max Payne 3 utiliza efectos de desenfoque y ruido, de manera que empaticemos del todo con la constante resaca en la que vive el bueno de Max.

En lo que Max Payne 3 barre a los Kane & Lynch y a cualquier juego del género que se precie es en su brutal ritmo. Pensado hasta la médula, combina a la perfección los característicos bailes que Max practica al son del Bullet Time, con una sucesión de catarsis de tiroteos, un constante reto para nuestra habilidad en atinar con el gatillo, por supuesto, con la opción de apuntado libre de obligatorio cumplimiento.

Y si bien es verdad que el multijugador rezuma buen hacer e incluso ingenio para incrustar el uso del Tiempo Bala en el mismo, es en el desarrollo de la historia de Max en el que pasaremos los mejores momentos del juego. Un juego prácticamente redondo, que manteniendo la práctica totalidad de los cimientos construidos hace más de diez años, consigue poner todo el talento de sus desarrolladores a su servicio, con escenas tan brutales como la de la discoteca, capaces de quedarse en nuestra cabeza por mucho tiempo, como si de la eterna resaca de Max se tratase. De lo mejor de este año.

Publicado por

Pedja

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