Hago un poco de memoria y podría afirmarse sin temor a equivocación que el género del sandbox se ha dividido en la presente generación, ofreciendo muchos matices, todos frutos del mismo cesto que salen al mercado con una perfecta excusa para diferenciarse unos de otros. En la etiqueta de Prototype 2, como en la de Just Cause 2 o Saints Row 3, colocaría como denominación de origen «Procedencia: hacer el cabra«.
Obviamente, el objetivo principal del juego no es arramplar con el escenario, ni reventar cuantos más enemigos mejor… qué digo enemigos… criaturas vivientes que pasan por allí y salen despedidos, troceados o atropellados por culpa de nuestras ansias de -permitidme la expresión, por favor- burraquear por la ciudad. No, no es el objetivo principal, pero nuestra vida cotidiana nos pide, nos exige que liberemos la tensión acumulada diaria, y de este modo no hacemos daño a nadie. No, ese pobre transeúnte virtual no cuenta como daño.
Prototype 2 nos pone en la piel de un saco de músculos llamado James Heller, soldado de guerra cuyo odio hacia un tal Alex Mercer es infinito; no en vano, el virus que ha propagado no es una gripe A cualquiera, sino que ha sido la causante de que su familia muriese. Sin embargo, las tornas cambian cuando en un desesperado enfrentamiento contra Mercer, otrora protagonista de la primera entrega, hace que Heller incube el virus y comience a desarrollar los poderes de muerte y destrucción masiva que usaremos a cascoporro mientras nos recorremos una Nueva York especialmente devastada y caótica.
La historia va desgranándose a través de vídeos visualmente currados, enlazándose con las misiones que se nos van encomendando. A pesar de su empeño en tomarse en serio, la verdad que el argumento es tan masticable como un chicle Boomer de hace veinte años, y no es más que la perfecta excusa para ir desarrollando nuestras habilidades, saltar como un loco de aquí para allá y cumplir con nuestra misión: liarla parda.
La mecánica del juego no ofrece novedades de peso para interpretar que estamos ante una mera extensión del original; no digo que sea algo malo, pero cambiar de protagonista, afinar el sistema de combate y apresurar el momento en el que comenzamos a disponer de poderes mutantes no nos hacen olvidar que estamos ante un juego prácticamente idéntico al anterior.
Y digo que no es algo necesariamente malo, pues se conservan las virtudes de Prototype, un juego que se quedó enmarañado en el telar de lanzamientos que se produjeron cuando salió a la venta, con InFamous a la cabeza. Es cierto que la variedad de misiones es realmente escasa, o al menos la forma de resolverla: en un alto porcentaje entraremos a saco despedazando sin dejar títere con cabeza, salvo en las misiones de sigilo que nos obligan a ir robando identidades para pasar desapercibidos, aunque sigue sin quedar del todo creíble que trinquemos por la espalda a cualquier notas y nos disfracemos de él sin alertar al colega que está a dos metros.
Por suerte, aunque se encuentra cortito con sifón en variedad de objetivos, el abanico de habilidades y ataques es amplísimo e igualmente disfrutable, y a poco que avancemos en la campaña, volveremos a disfrutar de esa especial sensación de superioridad ofensiva y de gloriosas confrontaciones con los engendros que pululan por La Gran Manzana, algo podrida en este juego.
En el apartado técnico, no tengo más remedio que dar un palito a Radical Entertainment, puesto que su motor gráfico Titanium parece oxidarse con el paso del tiempo, ya que a pesar de cumplir, da la sensación de que se espera mucho más a estas alturas de generación. Algunas opiniones claman contra el manejo de la cámara, pero la verdad es que yo lo he encontrado bastante cómodo para lo que demanda el frenetismo de esta clase de juegos.
En suma, Prototype 2 nos ofrece un poco más de lo mismo -más aún si pillamos la edición Radnet, buena forma de vendernos los DLC’s, otorgando acceso a todos los que salgan-; nueva historia, nuevos personajes, y la misma pose: la de la cabra montesa y dislocada. Mutante sí, pero cabra al fin y al cabo.