Colocar el broche de oro, echar el cierre, bajar la persiana… cualquiera de estas y muchas otras expresiones vale para definir lo que la última película de Potter y sus amigos debía cumplir, tras una larga travesía por la obra literaria de Rowling llevada al celuloide. Como ocurre desde la primera película, se lanza un juego que representa a la entrega correspondiente. Si bien la película mantiene el nivel de toda la saga de películas, no se puede decir lo mismo del programa de ocio electrónico.
Y es que resulta muy curioso ver la adaptación del juego a la mecánica Gears of War, que no creo que a estas alturas haga falta definir más allá del shooter en tercera persona, en campañas en las que tenemos compañeros que nos ayudan a avanzar mientras disparamos de cobertura en cobertura.
No son pocos los juegos que han tomado esta dirección desde que Epic lanzara hace ya unos cuantos años la primera entrega de la saga; sin embargo, a uno se le antoja sorprendente que los personajes magos avancen cubriéndose mientras que no hacen otra cosa que disparar ráfagas de hechizos con su varita. No parece, a priori, el estilo más adecuado para implementar el espíritu de la película.
Pero una vez tomada la decisión, a lo hecho pecho, y por tanto, no importaría que fuera algo bizarro el comprobar esta mecánica, imaginándonos a Potter a lo Marcus Fénix… digo que no importaría si el juego fuera capaz de generar sensaciones satisfactorias. Pero no lo consigue, puesto que es demasiado plano, en su avance, en su desangelado apartado gráfico, en la inteligencia artificial de nuestros compañeros de magia.
Demasiado lastre para remontar el vuelo en un juego de este calibre, apenas contrarrestado con el tirón que puede generar la posibilidad de manejar hasta ocho personajes diferentes a lo largo de la aventura. Pero se desechan cosas tan aprovechables como podría ser un componente de exploración o una mayor implicación en el propio universo literario del que procede la idea original. Solo recomendable para los fans que sepan perdonar sus carencias y que, pese a quien pese, les chifle el tema de manejar la varita una y otra vez.