Evolution se empeña por tercera vez en desatar una tormenta motorizada para Playstation 3, haciendo piña con sus compatriotas de Blackrock y Bizarre, descanse en paz, Creations; todas ellas compañías desarrolladoras británicas y con el objetivo de aportar personalidad al trillado género del arcade sobre ruedas.
Si Blur poseía el gimmick de los vehículos reales y los ítems a los WipeOut, y Split/Second lograba hacer de la destrucción de los escenarios un verdadero espectáculo televisivo, este Apocalypse decide tirar por un camino muy parecido al que siguieron la gente de Blackrock, aunque esta vez no somos nosotros los que detonamos el escenario, sino más bien es el escenario el que se detona a sí mismo, y de camino, a nosotros mismos.
En efecto, el mayor aliciente de las carreras en Motorstorm Apocalypse es que la tierra puede tragarnos en un momento dado, pueden crearse improvisados puentes, rutas alternativas u obstáculos puestos a pura mala leche para que nos ostiemos con estilo. En este sentido, que la primera vuelta sea diametralmente opuesta a la última le da bastante vidilla al asunto, y en cierta manera, uno llega a pensar que en Evolution han jugado bastante a Split/Second.
Que quede claro: la jugabilidad propuesta en Apocaylpse no tiene demasiado que ver con la del título de Blackrock, ni por supuesto el contexto: aquí estamos en una ciudad americana de estilo sanfranciscano en la que una conjunción chunga de desastres naturales es aprovechada por unos cuantos locos para marcarse unas carreritas y, de paso, sobrevivir un rato. Telón de fondo para un modo historia tan inesperado como olvidable.
Inesperado por la propia naturaleza del juego: tener argumento palpable en un juego de estas características no es lo típico, ni mucho menos. Las escenas narradas estilo cómic no se quedarán en nuestra retina demasiado tiempo, sus diálogos serán igual de fugaces, y para colmo, cada carrera del modo historia nos impondrá circuito y modelo de vehículo. Se siguen reduciendo tanto las posibilidades de diversión como el tamaño del reto gracias a una IA bastante mediocre y a un respawn monstruoso.
Y digo monstruoso porque tras destrozar nuestro bólido, si pulsamos rápidamente el botón de regresar a pista, es posible que lleguemos incluso a adelantar a contrincantes y escalemos posiciones en la clasificación de vuelta: casi que compensa arriesgar al máximo y luego estar rápidos para restaurar el coche. Un desajuste que canta demasiado, diría yo.
Por suerte, el modo multijugador online añade unas cuantas ideas que salvaran el culo apocalíptico de Evolution. Buena la introducción de las habilidades a elegir para nuestro coche, notable el equilibrio logrado entre todos los tipos de vehículos, excelente el sistema de puntos de experiencia y subida de niveles, y realmente brillante el tema de las apuestas: podemos apostar si quedamos por encima de tal o cual rival, algo que creará varias carreras en una sola, manteniendo el interés hasta el final incluso si el primer puesto queda lejos.
Y es que el online -y el multijugador local a pantalla partida- se convierte en la mejor carta del juego, garantía de diversión y longevidad, en contraposición a un modo en solitario aburrido y con bastantes defectos, y a un diseño de circuitos que se escuda en la destrucción dinámica de elementos en el escenario para olvidarse de que, oigan, el Motorstorm Pacific Rift ofrecía una inspiración muy superior en lo que a diseño de pistas se refiere, e incluso me atrevería a decir, que exhibiendo mejores gráficos que los de esta tercera entrega -la cual, todo sea dicho, aprovecha notablemente las posibilidades 3D-.
Tan curioso como el hecho de que se haya retrasado en algunos países debido a los desgraciados incidentes de Japón. Dudo que las víctimas de tal desgracia se preocupen de relacionar un simple videojuego con su delicada situación. En fin.