Hacia el final del capítulo IV, The Order: 1886 nos traslada a un hospital en el que el protagonista se adentra junto con su compañera Isobel. Tras una serie de vicisitudes, nos topamos con un tramo de juego en el que la experiencia se acerca peligrosamente a la de un survival horror, alcanzando su punto álgido mediante un sentido homenaje al primer Resident Evil, zombie-híbrido incluido. Poco después, la cosa pega un vuelco brutal en forma de enfrentamiento con “Final Boss” en el que, lejos de disfrutar de libertad para decidir nuestra táctica de acometida y derribo, nuestra misión se limita a dirigir una especie de coreografía en la que, de vez en cuando, se nos indica hacia dónde tenemos que mover el stick derecho para esquivar a la bestia. Justo después de este combate, el capítulo se cierra con una pausada búsqueda en la que estamos obligados a hallar pruebas para que Sir Galahad realice sus pertinentes elucubraciones. Acabada la escena, no puedo evitar preguntarme… ¿pero a qué estoy jugando?