El cómo trabaja nuestra mente a la hora de gestionar los recuerdos, otorgando preferencia a un puñado de ellos y relegando al más profundo de los olvidos al resto, me es absolutamente desconocido. Lo cierto y verdad es que mantengo de forma vivaz y nítida aquella Micromanía en la que se hablaba del Día del Tentáculo, con el inefable Bernard Bernoulli huyendo despavorido de cierto tentáculo con pretensiones de dominar el mundo. Sin embargo, tengo que confesar que no jugué en su día a esta maravillosa aventura de LucasArts. El motivo principal de esta herejía radicaba en que mi Olivetti 286 de memoria contraída -ya que la expandida no tiraba demasiado bien- era incapaz de arrancarlo, o quizás fuera yo, que no conseguí ejecutarlo de forma correcta.
Sin embargo, la magia de los emuladores me permitió jugar y completar esta histérica epopeya de viajes espacio-temporales y descojone general. Concretamente, la plataforma objetivo fue la recreación de SCUMM en una portátil GP32. Durante una semana, la pequeña blanquita de pilas recargables me acompañaba a la cama, y en ausencia de otras curvas más femeninas, lograron hacerme disfrutar para transportarme a las diferentes épocas que Hoagie, Laverne y el propio Bernard visitaron mediante las Cronoletrinas.
Dave Grossman y Tim Schaffer bordaron la aventura a todos los niveles. El hecho de realizar acciones en el pasado y comprobar sus efectos en el futuro para desbloquear los diversos puzzles a los que nos enfrentábamos resultaba magistralmente brillante, con escenas inolvidables como las del Hámster congelado o el nacimiento de los Estados Unidos. ¿Os cuento un secreto? Aquella Micromanía, la de Bernie, la que dedicaba su flamante portada al Día del Tentáculo, me la compré por el excelso reportaje de Cobra Mission en el que rezumaba la sensualidad por todos los poros de sus explícitas capturas de pantalla. Ah, los emuladores… Cuánto les debemos.