Hace algún tiempo vi una entrevista a Toby Gard, el creador de la franquicia Tomb Raider; escuché con asombro una parte de la entrevista en el que Gard decía que la mayoría de los seguidores de la saga se confesaban unos auténticos exploradores de lo macabro, rebuscando las mil y una formas de hacer que Lara Croft muriese dentro del propio juego. La física implementada y los variopintos movimientos de la protagonista formaban un cóctel explosivo que derivó en miles de sádicos puppeteers. Pero aún más curioso resulta comprobar la auténtica plétora de animaciones de muerte que luce Lara en el último Tomb Raider. Homenaje mortal.
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