Ayer asistí al estreno de la segunda película que Christopher Nolan dirige con el caballero oscuro de Gotham como protagonista. Lo cierto es que esta entrega ha venido precedida de una gran cantidad de hype, expectación inusitada que no tuvo la primera, pero que tras confirmar el buen hacer del director de Memento con Batman Begins -apoyado siempre en la sombría visión de la historia de Batman escrita por Frank Miller-, creció hasta límites insospechados, ayudado sobremanera por las escenas que se habían dejado ver hasta el momento.
Y en especial, escenas donde el malogrado Heath Ledger se transformaba, literalmente, en el Joker. Su trabajo, según leo en varias fuentes, ya ha conseguido que se demande un oscar póstumo por su interpretación. Pero antes de llegar al Joker quiero introducir un resumen de la película en sí. La mejor síntesis la puede encerrar una afirmación que parece obvia, es cien por cien Nolan. No es poco, puesto que estamos hablando de uno de los directores con más talento de los últimos tiempos, capaz de manejar a su antojo la trama, los personajes y el tempo de la acción.
Esto nos lleva a un filme donde el arquetipo de película de superhéroe se esfuma por completo, al darnos de bruces con grandes trozos de metraje en los que la densidad de argumento y de diálogo se agranda por momentos, siempre con un enorme trasfondo moral. Resulta plausible cómo se le dota de profundidad y personalidad a cada uno de los personajes, destacando, en la primera parte de la película, el inteligente y sarcástico fiscal Harvey Dent, mientras que, aumentando de forma gradual hasta llegar a una histriónica dominación, el mencionado Joker de Ledger.
Naturalmente, tenemos escenas de acción. No vamos a descubrir en ese sentido a Nolan, puesto que la misma Batman Begins posee varios ejemplos de cómo poner los efectos especiales al servicio de la acción, o el dominio de la fotografía y los planos de cámara que ya vimos en su obra maestra, Memento. En esta ocasión, el director dispone de un presupuesto desorbitado que se deja ver en las asombrosas implementaciones de los vehículos que maneja Bruce Wayne.
La película es, por tanto, un continuo cambio de ritmo. Por momentos lenta, incluso anticlimática, con muchos instantes de juego psicológico, y con ritmo trepidante cuando lo necesita. Y por encima de todo, y es donde se deja ver el talento del creador de El Caballero Oscuro, el intercambio de escenas simultáneas decisivas para la suerte del argumento, donde se desgranan hito a hito los acontecimientos.
Sobre las interpretaciones; decir que todo resulta más fácil cuando a tu servicio se encuentran actores con amplia experiencia y contrastada efectividad, como Freeman y Caine, que sin embargo sólo ocupan papeles secundarios. El triángulo capital que forman Bale, Ledger y Aaron Eckhart –Dent– lleva el peso de la película, apoyados por el genial Oldman en el papel del comisario Gordon (sí, comisario, un aplauso) y la siempre agradable puesta en escena de Maggie Gyllenhaal.
Resulta curioso que el gran protagonista de esta película no sea Batman. Al menos, no para mí. La dualidad Wayne / Batman y sus crecientes dudas en pos de abandonar su puesto de héroe en la sombra a favor de otro más popular (el fiscal Dent) queda poco a poco eclipsada por la impresionante actuación del Joker. Sus artimañas, la forma de intimidar a sus víctimas, los histriónicos diálogos y sus inolvidables gestos. Un enorme legado caótico que acaba invadiendo por completo la película llegando a hacerse el amo y señor de la corriente de locura que invade Gotham.
Con ciertas connotaciones morales que atisban un halo de esperanza para la ciudad en medio del caos reinante, la película finaliza de forma magistral, resumiendo en pocos segundos el destino próximo de Batman y de la propia ciudad. Aún saboreando la inteligente composición de Nolan y el amplio abanico de pensamientos que subyacen por debajo de la capa exterior del filme, me atrevería a decir que podemos estar ante la mejor película de superhéroes que haya podido verse, por encima de mi favorita hasta el momento –El Protegido– y sabiendo que habrá un amplio público para el que no sea la típica película que esperaban. Pero… ¿por qué estar tan serio?