Reflexioné el pasado fin de semana, surfeando a duras penas sobre la ola de consumismo desatado que ha llegado a nuestro país, inmerso en plena crisis (y no solo a nivel económico), en unos instantes de euforia de tarjetas de crédito, propiciados por el hecho de heredar los designios inescrutables de lo que suele denominarse como Viernes Negro allende nuestras ibéricas fronteras.
Obviamente, el color más oscuro tiñe nuestras cuentas corrientes, mientras que un luminoso verde abandera las cajas registradoras de los grandes almacenes; no en vano, mpresionaba sobremanera el contemplar las estanterías vacías de Blu-Ray en MediaMarkt, mientras las masas llenan carros y cestas aprovechando el 50% de descuento.
Pero no es de este tema del que quiero hablar, sino de la sección de Videojuegos de aquel o de cualquier otro gran almacén comercial. Hoy en día resulta prácticamente descabellado pensar que uno se va a quedar sin encontrar el videojuego que quiere adquirir de cara al período navideño. La tropa de Baltasar lo tiene muy sencillo para cumplir los encargos que saturan su buzón cada navidad.
Bien es cierto que ahora se lleva mucho la posibilidad de sacar al mercado ediciones de coleccionista, packs especiales que otorguen un tirón extra de cara al consumidor a cambio de subir aún más el ya de por sí exagerado precio de venta al público. Salvo este detalle, que sí puede limitar una tirada de dicha edición, un juego normal y corriente está al alcance de todo el que quiera pagarlo.
Esto no era así antes, ¿verdad? Podría citar unos cuantos de ejemplos que viví en primera persona, auténticas aventuras vividas para lograr poseer esa cinta de cassette, ese cartucho que ninguna tienda tenía, que algunos juraban que no habían visto en su vida, o que sólo habían podido jugarlo en casa de su mejor amigo, ese que resultaba ser objeto de envidia de toda la clase y que, seguramente, ni siquiera tenía el juego, pero había elaborado tan bien su mentira que era imposible no seguirle el juego.
El primero que recuerdo fue la versión MSX del arcade de carreras por excelencia, Out Run. Dejemos a un lado la mediocre conversión realizada por Probe Software y que U.S. Gold comercializase prometiéndonos la auténtica experiencia de la máquina recreativa. Ni de coña, pero era lo de menos: quería, a toda costa, ese Ferrari Testarrossa dibujado en la carátula, rubia incluída, por supuesto.
Me recorrí con mi abuelo todas y cada una de las tiendas de la capital gaditana, sin éxito alguno. En uno de los intentos, ocurrió algo que era habitual por esos tiempos: el dependiente se aprovechaba de la bisoñez del desilusionado cliente y le ofrecía un sustituto para que calmase su pena. Curiosamente, me llevé otro juego de conducción (Wec Le Mans) que a la postre era mucho mejor juego en su versión MSX que Out Run. Pero sin Ferrari. Y sin rubia.
Finalmente, lo encontré. Era una tienda del casco antiguo que funcionaba como distribuidor oficial de la marca Philips, y que a su vez también vendía cintas de ordenador. Preguntar por el juego era ya un ejercicio rutinario que desembocaba siempre en el mismo desenlace, así que el giro de los acontecimientos fue brutal. Rebuscó en el almacén y encontró la última copia que restaba. A día de hoy, Out Run de MSX forma parte de mi colección, ubicado en sitio preferente.
Hay más casos, aunque quizá el que he contado sea el más especial para mí. Por ejemplo, el rebuscado Dragon Ball Z Super Butouden para El Cerebro de la Bestia, seguramente un caso que logrará empatizar con muchas más personas que el anterior; y es que todos sufrimos aquel recordado texto de Yen en Hobby Consolas, aquel que perjuraba que “el videojuego de Goku” nunca llegaría a nuestro país. Como en tantas otras cosas, metió la pata.
Asi, Bandai localizó el juego a idioma francés, lanzando una edición PAL europea bastante limitada; era realmente difícil, por no decir jodido, ver en alguna tienda la caja del juego, con la ilustración de Goku y Perfect Cell sobre fondo naranja, y con el contorno gris. Yo lo conseguí a través de un videoclub que logró encontrarme una copia; curiosamente, el mismo videoclub que en su día trajo una copia japonesa del juego para su alquiler.
Momentos inolvidables y difíciles de repetir: en la actualidad, bien es verdad que siguen existiendo muchos juegos que no salen de tierras orientales, pero ninguno de tanta repercusión mediática como podía ser el Dragon Ball comentado. Todos aquellos juegos se perderán en el tiempo, como codiciadas piezas de coleccionista…
Buena reflexión Pedja, el acceso a los productos ha cambiado mucho de aquellos tiempos a los nuestros, de hecho diría que no es sólo en videojuegos en donde la cosa es más accesible. Por cierto, empatizo al 100% con lo de Dragon Ball. De hecho por aquí trajeron algunos videoclubs (listos ellos) unos cuantos cartuchos JAP, y había cola para hacernos con uno. Al final nos apustamos tres amiguetes a la puerta de un videoclub de la zona, esperando a que devolvieran el juego. Toda una tarde en la puerta esperando hasta que por fin llegó, nos hicimos con el siguiente alquiler (más caro que un cartucho normal, claro), y disfrutamos toda una tarde con las andanzas de Goku y cia. A mi personalmente no me hizo mucha gracia, muy lento, pero imagino que la ilusión y ponerte en los puños aquellos personajes tan míticos entre la chavalería de la época todo lo puede 😉
recuerdo lo que sufri para poder conseguir el new zealand story de spectrum. Años despues me paso lo mismo con la version de master system. Por mas que llamaba a tiendas o iba a otras, en ninguna lo tenian. Y tambien me ocurrió con el juego fish files de gameboy color.
Es muy cierto que hoy dia esto es practicamente imposible que pase y menos con juegos recien salidos.