Vida y obra de un cruzado enmascarado – The Dark Knight Rises

La luz se hizo por tercera vez en el particular universo fílmico del Batman de Christopher Nolan, mi cuerpo y mente se hallaban resentidos tras el visionado, podía comprender en ese momento una sola cosa, y esa no era otra que la sensación de libertad que experimentó seguramente Bruce Wayne al desprenderse finalmente del manto adoptivo de la oscuridad. Luego vinieron las primeras palabras en salir de mi boca en respuesta a la pregunta realizada por mi mujer mientras se dirigía hacia a mí, impaciente por obtener una respuesta.

¿Te ha gustado?” Respondí con lo único que no paraba de dar vueltas en mi cabeza en ese momento, dos sencillos conceptos. Lo primero que esta película iba a ser muy polémica ya que cambiaba de registro completamente con respecto a las otras dos; lo segundo era que para poder hacerle una valoración justa se requeriría (como ocurre con la mayor parte de la filmografía de su director) de al menos un segundo visionado. Ayer pude terminar de disfrutarla en V.O. por segunda vez y no solo me gusto infinitamente más que en su primer visionado, tampoco fue la agradable sensación de que se me hizo infinitamente más rápida lo que me alegró el resto del día o ni siquiera el simple hecho de que la disfruté de una manera mucho más completa, lo que hizo fue algo que llegó mucho más allá en mi persona.

Despejo las pocas dudas que podía tener de mi mismo sobre si era lo que muchos envidiosos llaman un Nolan Zombie. Siempre me he vanagloriado de mi objetividad a la hora de ver y hacer crítica de un film, considero pues este “The Dark Knight Rises” (a partir de aquí lo llamaré TDKR) algo incluso mayor que el broche de oro de una de las mayores casualidades en cuanto a trilogía que se han dado en mi vida (la primera entrega se estreno en 2005 meses después de comenzar un relación con mi futura mujer, la segunda se estrenó en 2008 meses después de casarnos, y esta tercera aconteció casi dos meses después de nacer nuestro primer hijo), lo considero la prueba definitiva de que puedo seguir vanagloriándome de dicha objetividad durante muchos años mas…al menos hasta que aparezca el siguiente Nolan o Spielberg…lo dicho: muchos años. Ahora, gracias a esto, puedo dar paso a mis humildes, pero profesionales, impresiones sobre el cierre de lo que ya siempre será conocido popular y acertadamente para los restos de la historia del cine como, el Batman de Christopher Nolan.

Puesta en escena y dirección. El sello de un joven caballero inglés

La humildad de cualquier artista es lo que lo define como persona, cierto que como artista poco tiene que ver, ya que en contadas ocasiones la ambición proporciona el éxito, pero no obstante esta es un arma de doble filo que puede volverse contra uno mismo, mientras que la humildad siempre te mantendrá en esa relación platónica con tu propio proyecto, y lo que es más importante, mejorará al aceptar la crítica de otros. Bien es sabido que el cine, más que ningún otro campo es un trabajo en equipo, donde es esencial consultar a la gente que te rodea y dejarles espacio para hacer su trabajo.

La humildad de Nolan es palpable, mal le pueda pesar a muchos, a pesar de lo fría que pueda parecer su actitud inglesa ante la prensa o medios especializados. A lo largo de toda su filmografía pueden apreciarse multitud de ejemplos, y en esta entrega ha sido puesta de relieve de nuevo. Ejemplos que van desde su admiración por directores como Coppola (durante la escena donde John Blake, el personaje de Josep Gordon-Lewitt, suelta la pistola como lo hiciera Michael Corleone tras matar a uno de sus enemigos en el primer “Padrino”) o Ridley Scott (cuando el “bat” aterriza en una de las azoteas de la ciudad como lo haría el vehículo de Harrison Ford en «Blade Runner«) hasta el más merecido respeto por la obra de Burton en sus dos primera entregas y que él homenajea en las tres suyas (“Batman Begins» cuando Bale dice la famosa frase -Soy Batman-, “The Dark Knight” con la caída del Joker desde lo alto de un edificio tras ser vencido, y TDKR El baile de mascaras entre Selina Kyle y Bruce Wayne) de manera muy respetuosa.

Otro de esos conceptos que hacen de este director alguien cuyo cine es fácil de identificar es su grado de obsesión por el detalle, suficiente para ofrecer en más de una ocasión unos filmes que rozan lo impecable, pero que no llegan a apoderarse de su persona hasta un extremismo enfermizo como le pueda pasar a otros. Además de saber disfrutar de ello le encanta que estos se conviertan en pistas durante la exposición de la historia, de manera que los espectadores puedan profundizar en su cine.

Este es uno de los principales motivos de optar por visionar sus películas más de una vez, y es un acto como tal lo que vengo comentando desde el primer momento en que vi TDKR. Ahí tenemos momentos como cuando Miranda Tate se presenta ante Bruce Wayne por primera vez en la historia, portando una máscara que tapa su rostro durante breves minutos, dando buena muestra no solo de que no es quien dice ser, sino de que pretende que dicha mascarada dure solamente el tiempo necesario.

Así como en contra partida la primera vez que Selina se muestra a Bruce lo hace desenmascarada y si ataviada como la clase social que realmente es, una que pertenece realmente a una parte sencilla de la sociedad. Cuando uno llega al final del film descubre que los valores de los padres de Bruce, que siempre fueron de tratar a todo el mundo por igual, siguen intactos en su interior. No es de extrañar pues que si su mayordomo siempre perteneció a la familia, el que Selina vista ropa de servicio durante esa escena ayude a pensar que a ella también le espera un futuro junto a Bruce como parte de su familia.

Otro de los tantos detalles de la minuciosidad de Nolan a la hora de ser fiel a su realista visión del mundo de Batman, es el artificio alrededor de todo el clímax final. Este no solo es digno de una película de tamaño calibre, sino también del fantástico cierre de una gran trilogía. Para que en este caso alguien como Batman (más incluso si se trata del de Nolan) pueda arrasar con todo a su paso sin piedad no existe mejor excusa que una ciudad fantasma que ha sido sitiada, y no hay mayor motivo que el llevarse lejos de allí un peligro como el de la bomba protagonista.

Por lo tanto, y siendo justos, si se aprecia y estudia con detenimiento la trilogía, es fácil discernir como Nolan en ningún instante ha traicionado su visión del hombre murciélago, pero en contrapartida quizás si haya comprometido parte de su estilo visual por culpa de ciertas concesiones a los productores. El uso de ciertos flashbacks innecesarios, donde encontramos como mayor ejemplo cuando Gordon coloca la chaqueta en los hombros del joven Bruce Wayne en el clímax del metraje (el peor de todos ellos sin duda y el cual se atreve a insultar la inteligencia del espectador) es buen ejemplo de ello.

Otro, quizás menos doloroso, sería como resuelve de manera poco emocionante un momento sumamente importante como el de la escapada de la cárcel. La música y el detalle de los murciélagos, así como la puesta en escena son tremendas, pero no acompañan para nada al momento esa salida poco triunfal y carente de algún plano más que detalle la supremacía de Wayne ante tremenda prueba de voluntad. Durante esta parte se descubre a un Nolan aparentemente agotado, ya pudiera ser en el momento de rodar dicha escena o en la sala de montaje.

Como decía anteriormente, su visión humana y realista es respetada tanto o más que en las anteriores entregas, un claro ejemplo lo encontramos en como encuentra siempre la forma de introducir de manera lógica el uso de los artilugios de Batman. En este caso la aparición del «Bat» (el aparato volador) es debido a que, según su médico, para Bruce/Batman se acabó eso de planear desde las alturas con la capa debido al golpe que sufrió en la pierna al final de la segunda entrega, principal motivo de su cojera dicho sea de paso.

Al ritmo del murciélago

Otra de las justas y favorables razones, que no todos podrán entender, para que el ritmo sea el impreso durante todo el metraje es que Nolan se toma su tiempo. Es algo más que necesario de cara a establecer, en el contexto que él director ha diseñado, el grandioso plantel de nuevos personajes. De esta manera los mismos pueden sentirse cómodos en el devenir de sus vidas y puedan recorrer la misma de manera igualmente poderosa mientras fluye la historia. Son detalles como estos los que enriquecen a dichos personajes, en el caso del villano protagonista quizás la escena en la que Bane se aposta en medio de la calle con la foto de Dent en la mano mientras lee el discurso que Gordon guardaba en su chaqueta es la que más fuerza cobra, especialmente en V.O. ya que la voz de Hardy es sin duda igual de arrebatadora como lo fue en su caso la de Ledger para el Joker.

En esta escena en concreto su lenguaje corporal y tono se acopla perfectamente a quien pretende emular el actor (Adolf Hitler) y de paso mostrar cuales son las autenticas intenciones del villano para con la conciencia de los ciudadanos de Gotham. De manera lógica y paralela a ejemplos como estos acompaña el hecho de que en todas las entregas Nolan se ha encargado de desgranar la personalidad, problemas, situaciones y sentimientos de Batman y Bruce por lados separados, hallamos aquí una poderosa razón más para que el metraje se tome su tiempo en colocar a cada uno de los dos perfiles en diferentes escenarios para que resuelvan el intrincado puzle que da como resultado la identidad compartida del héroe y el millonario playboy.

Este quizás es el principal motivo de que esta fase final de su viaje este plagada de pausas y reflexiones antes de actuar, ambos comparten una única cosa en común, se sienten igual de viejos. Con todo lo bueno (más sabiduría a la hora de tomar decisiones) y lo malo (el agotamiento y hastío de una vida como la suya y las repercusiones de las que va acompañada) que conlleva envejecer. De manera que el hecho de pasear ambos perfiles por situaciones tales como, una reaparición forzosa, el descenso a un infierno del que parece no haber salida, y una resurrección que delimita con el máximo exponencial humano, lleven el doble de tiempo.

Un montaje digno de la saga

Sin duda alguna el error más garrafal que ha cometido cierto sector del público ha sido considerar el pulso narrativo del film una excusa perfecta para tachar la película de aburrida o lenta. En cambio, sí considero acertado poner de manifiesto que cualquier persona que opine de esta manera es un evidente desconocedor del estilo de su autor. El ritmo del film, al igual que ya sucediera con los dos que le preceden, se ve contagiado del estado de ánimo del protagonista. Un método quizás tan común como arriesgado, que consigue llevar al espectador de la mano por el mundo que va a visitar, pero que unos pocos con cierta maestría saben transformar en un movimiento de lo más acertado.

Si en “Batman Begins” (la llamaré BB de aquí en adelante) tenía un ritmo emocionante y lleno de acción que se contenía en ciertas partes y resolvía muchas de sus situaciones con algo de comedia o escenas que nos arrancaban una sonrisa era porque el ritmo es parejo al estado de ánimo de una persona que se está iniciando en una aventura que no sabe donde le va a llevar. Hay lugar para el miedo ante los errores del principiante al igual que lo hay para aquellos instantes en que la victoria se saborea con la alegría propia de la juventud.

En “The Dark Knight” (a la que me referiré como TDK desde ahora), la situación se volvió radicalmente distinta, aún los inconformistas que disfrutan más buscando fallos que alabando un producto perfecto la tachaban de demasiado acelerada, sin lugar al descanso y sumamente estresante debido a lo extremadamente trepidante que era. Lógicamente no hay otra forma mejor de que el espectador consiga sentir esa empatía para con el protagonista de una aventura donde está sometido a una presión sin parangón alguno, enfrentado a una némesis de una fuerza arrolladora que no descansa y cuyo nivel de improvisación está directamente relacionado con la sin razón de las decisiones que toma.

La responsabilidad de Bruce Wayne con respecto a sus más allegados supera incluso a la que Batman tiene con los ciudadanos que ha decidido proteger, es por tanto incuestionable que podamos sentir todo ese estrés en nuestras propias carnes a raíz del ritmo. Llegados a este punto no hace falta explicar pues que el ritmo de TDKR sea el que es, solo hace falta fijarse en todo a lo que Bruce debe sobreponerse para terminar alzándose de nuevo como el protector de la ciudad. Los fantasmas de su pasado son cada vez más y la carga que soporta lo sume en una profunda depresión, por lo que es más que necesario pasar por todo ese lento y reflexivo proceso de superación personal junto a él.

Sin embargo, este particular montaje no llega a afectar al estilo visual impactante al que Nolan nos tiene acostumbrados en esta saga. Uno de los ejemplos más enriquecedores, y muy a favor del film, es el uso del montaje en paralelo. El nivel de acierto en las diferentes secuencias ayuda a recuperar el interés del espectador cuando este deambula tan agotado como su protagonista ante todo el sufrimiento expuesto. Escenas como su primera reaparición tras años de reclusión es llevada a cabo de una manera emocionante, pero sin llegar a ser exagerada debido a que Batman aún está en un proceso de readaptación al medio, manteniéndose contenida durante buena parte de toda la escena.

De dicha manera comprobamos como las acciones que nos muestran de Catwoman no solo sirven de contrapunto a sus tan dispares intereses, y nos muestra de paso de que pasta está hecha Selina, sino que además adereza dicho montaje con el firme propósito de que entre el público surja una creciente curiosidad sobre los asuntos de la ladrona en detrimento de los quehaceres del hombre murciélago. Resultando todo en un clímax que consigue reunir por primera vez en la historia a Batman y Catwoman, que no a Selina y a Bruce ya que son conceptos diferentes, de manera magistral.

A ello sigue otro buen ejemplo una vez la recién forjada sociedad entre ambos recorren las cloacas de Gotham en busca de Bane, no solo la música es sublime en esta parte, los diferentes planos igualmente portentosos o dicha sucinta secuencia profundamente artesanal, sino que además sirve para exponernos a través de sus acciones y decisiones a unos iconos como Batman, Catwoman y Bane fieles a la esencia que desprenden las viñetas que los vieron nacer.

Existen en cambio ejemplos que se resienten algo más en su presentación al no compartir las proezas de los dos anteriores. Es obvio como Nolan se extralimita indebidamente al explicar el nuevo mecanismo de funcionamiento de la ciudad de Gotham una vez a sido sitiada, pero esta no es razón suficiente para que la puesta en escena del director en este nuevo ejemplo de montaje en paralelo que nos relata a tres bandas se vez completamente echada a perder. La batalla por la ciudad, la búsqueda del camión con la bomba y el éxodo del pueblo, son situaciones salpicadas de la artesanía a la que nos tiene acostumbrados el inglés.

Interpretaciones de un elenco soñado

En el elenco de actores es donde quizás esta entrega surja portentosamente vencedora por encima de las dos primeras. Puede que para muchos no fuera la película esperada en ciertos aspectos o simplemente a nivel técnico no alcance a su predecesora, de ambas cosas se habla más detalladamente en otros apartados, pero sin lugar a dudas en todas sus interpretaciones al completo esta tercera entrega nos regala el grandioso esfuerzo que cada uno de los actores ha puesto en su trabajo. Desde su principal protagonista hasta secundarios con poco menos que un pobre puñado de poderosas frases.

En el caso de BB se nos presentaba un guión lleno de frases ingeniosas y capaces de acelerar nuestras emociones, pero no dejaba de ser una introducción en bandeja de plata de un nutrido grupo de personajes que ya nos eran conocidos, sazonados eso si con actores de gran talla que hicieron gran justicia con dichos personajes. Así un joven Bruce Wayne era llevado a la vida con eficacia por un siempre efectivo Christian Bale, Liam Neeson hacia lo propio con su habitual presencia, Cillian Murphy sorprendía a propios y extraños, y el trío más experimentado daba el tono de distinción con su buen hacer a carismáticos e icónicos personajes como los de Alfred, Lucius Fox o James Gordon.

Como mencioné antes no dejaba de ser un acto de presentación que dejaba ver las excelencias de un reparto, no solo maduro sino madurado durante la filmación, todo ello era mucho más de lo que se podía pedir a un film de estas características. Para TDK entonces estalló la bomba, el público se conformaba con alcanzar a disfrutar del plantel de actores que vieron tres años antes pero cuál fue la sorpresa al descubrir que el malogrado Heath Ledger llevaría a cabo una de las interpretaciones que pasarían a la historia del cine, tan portentosa fue su aportación al villano definitivo de Batman que le robo la cartera, no solo al héroe de la función, sino incluso también al otro gran villano del film cuyo trabajo quedo ensombrecido por el de Ledger.

Curiosamente, y como nunca falta quien le ponga pegas a todo, hubo quien trato hacer sangre de que Batman no pareciese el protagonista de su propia película. Convirtiendo este hecho en otra muestra más de que hay quien no sabe sentarse a visionar un film, o también comentarios en referencia a que el personaje de Dent/Dos caras quedara demasiado diluido, obviedades de lo anteriormente citado sobre ciertos espectadores ya que si uno se fija con detenimiento es imposible no defender la labor del actor como igualmente poderosa gracias al tremendo compromiso y esfuerzo por parte de Aaron Eckhart.

Contra todo pronóstico, todos estos ejemplos no pueden compararse con la perfecta comunión que alcanza todo el reparto de TDKR. Ya sea entre los más veteranos de la saga como entre todas las nuevas incorporaciones. La grata sorpresa de un reparto completo en estado de gracia es algo que pocas veces he podido disfrutar en cualquier película que conozca. En el caso de los primeros Bale compone una doble dualidad que en esta entrega prácticamente llegan a tocarse con los dedos para, por primera vez, tratar de entenderse mutuamente.

De todos los aficionados al cómic es bien sabido el miedo que siente Bruce Wayne a pensar que tanto él como Batman son la misma persona, en esta entrega Bale recorre ese atropellado camino salvando cada obstáculo con una profesionalidad indiscutible. En el caso de Michael Caine este se entrega a un perfil de Alfred más humano aún que en las anteriores entregas, el pulso con el que pone en práctica sus dotes, tanto para hacernos reír como para arrancarnos una lagrima, está tan pulido que asusta y nos hace desear que su presencia en pantalla fuera mayor.

Freeman trata de pasar desapercibido durante gran parte del metraje ya que es sincero conocedor de que su personaje no puede ocupar el lugar de Alfred, sus escenas aunque escasas no dejan de ser bastante significativas de cara a revelarse finalmente los sentimientos de admiración que profesa hacia el hijo de quien una vez también admiró. Y qué decir de Oldman, su personaje ha crecido más que ningún otro en esta trilogía. El hombre tranquilo continua siéndolo hasta el final con todas sus consecuencias, esto no le resta razones para mostrar las debilidades propias de su faceta más humana, una buena muestra de ello es cuando tras que le reprochen aquello que decidió al final de la segunda entrega explote sin remedio.

El momento en el que aparece completamente destrozado tras obrar como siempre ha hecho, teniendo en cuenta sus principios hasta el final, es otro de esos claros ejemplos. Esto conduce al actor a situaciones realmente poderosas en su interpretación, como instantes en donde se sincera con más de un personaje antes de aventurarse en algo que sabe puede hacerle perder la vida. Durante todo el proceso de viaje que sufre se denota en su lenguaje corporal perfectamente la actitud de una persona que lo ha apostado todo por su trabajo, incluso el amor de su propia familia, una actitud que debería de llevarle al hundimiento personal pero que lejos de eso hace las funciones de una droga.

En cambio, en el caso de las nuevas incorporaciones encontramos el cúmulo de mayores sorpresas, ya sea entre sus secundarios mas paupérrimos o entre aquellos con más relevancia. Disfrutamos ya no solo de nuevas reinterpretaciones de personajes del comic anteriormente versionados, sino también de unas actuaciones que en menor medida añaden aderezos que complementan lo que aportan unos y otros. Ya sean aquellos acaudalados accionistas de empresas Wayne que financian la operación de Bane, y cuyas reacciones de terror ante lo que escapa de su control nos hace estar en su piel de una manera terrorífica. Bien otros tan opuestos a estos últimos, e incluso entre ellos mismos, como los de Joseph Gordon-Levitt o Matthew Modine, ambos agentes de la ley pero con visiones muy diferentes de la misma, y que a pesar de todo no dejan de ser humanos al fin y al cabo.

Sus interpretaciones dejan entrever que no a todo el mundo le cuesta el mismo esfuerzo mostrar valentía, pero que llegado el momento necesario, ya sea impuesto por la desesperación o por unos valores morales, cada uno está obligado a hacer lo que considera necesario. Así como mostrar de manera creíble como cada cual posee sus propias conveniencias, mientras uno persigue el poder a costa de pisar a quien haga falta, el otro busca la manera justa y limpia de hacerlo, pero por encima de todo se impone lo más importante, no son necesariamente estas intenciones las que nos define como buenas o malas personas, sino nuestras acciones finales.

En cuanto a sus dos principales protagonistas femeninas, ambas resuelven con una eficacia sumamente profesional sus roles, es curioso como durante estos dos años ha ido variando la opinión del público sobre los personajes de Marion Cotilliard y Anne Hathaway, durante gran parte de la espera siempre se pensó que a esta ultima le tocaría «bailar con la más fea» debido a las siempre innecesarias comparaciones con los dos films de Burton. En todo este tiempo el tema principal ha sido poner en tela de juicio cada uno de los aspectos de la Catwoman de Nolan, mientras que la creciente rumorología sobre si finalmente el personaje de Miranda Tate resultaría ser Talia Al Ghul o no se ha mantenido mas como una ilusión que otra cosa.

Como decía antes se resolvió en sorpresa porque una vez vista el film (y una vez más gracias a la ingratitud de ese sector tan enfermizo del público) y desentrañado el misterio del personaje de la actriz francesa parece que a nadie sorprendió tal resolución, y es que al parecer la apreciación general es que es esta última la que tuvo que «bailar ahora con la más fea». Ya fuera por la relación que dicha resolución de la trama tiene con la de la primera entrega o porque el factor sorpresa no ha sido el deseado. Fuera como fuese visualizar el trabajo de estas dos estupendas actrices desde dichos puntos de vista es poco menos que ridículo. Hathaway es, no solo la mejor aproximación de largo a la Catwoman de los cómics, como ya ocurrió con el Joker de Ledger, sino que además es una fuerza arrolladora y sensual que roba cada plano en el que aparece con o sin disfraz.

Buena muestra de ello es la escena que se desarrolla en el bar, allí se hace pasar por una chica asustada al gritar con desesperación, interpretación dentro de interpretación que pocos/as pueden lograr. En el caso de Cotilliard quizás sea cierto que su personaje es mucho mas plano hasta que se desencadena la resolución del relato, pero vista en versión original puedo asegurar que es mil veces más efectiva al llevar a cabo su labor actoral en como mantiene separados ambos personajes que como lo hiciera su ficticio padre en BB. Y así llegamos hasta el más grande villano de la función, que poder decir del excelente trabajo llevado a cabo por Tom Hardy, pues infinidad de cosas, desde que Nolan le ha hecho uno de los mejores regalos para su carrera hasta asegurar que merecería tanto el oscar como en su momento lo mereció Ledger. Las razones para asegurar esto último se remiten a todo lo que el trabajo de un actor debe de prometer y cumplir. Integración con el personaje físicamente, tanto a nivel de entrenamiento como en el de lenguaje corporal.

Mirada que podría relatar las tres pelis enteras sin abrir ni una sola vez la boca, y diferentes tonos de voz dentro de un mismo registro que adecuar a cada escena. Es la comunión perfecta entre todo este abanico de posibilidades la que otorga la oportunidad de plantarse delante de una cámara desde el primer hasta el último minuto y llenar con tu sola presencia toda una película.

Una melodía para un caballero oscuro del siglo XXI

Ya se ha dicho en innumerables ocasiones que el tema que en su día crease Danny Elfman será el que todos (¿o lo será solo para aquellos de nosotros nacidos en los ochenta?) relacionaran automáticamente con el personaje. No obstante ya ha llovido desde que Hans Zimmer y James Newton Howard se atrevieran a enfrentarse a una legión de puristas. Muchos ya hemos adoptado con alegría esta nueva musicalidad para el murciélago y nos hemos deleitado (no tanto con la parte de Newton Howard, que también, como con la compuesta por Zimmer) con grandes temas tanto para Batman y sus aventuras como para sus momentos más melancólicos.

La BSO de BB sorprendió muy gratamente, pero para su secuela mientras que Newton Howard revisitaba dichos temas más melancólicos y los llevaba a su extremo, Zimmer se decantaba muy acertadamente por verter toda la sangre de su vena creativa en entintar notas y notas musicales para el villano de la función, dejando de esta manera en menor detrimento la música que acompañaría al héroe. Tal y como ocurre con todos los filmes en conjunto ocurre con sus BSO, dichas naturalezas son bastante diferentes, aquí quizás Bane cuenta como principal recurso en todos sus temas con el coro que anuncia ese «rises» del título en cada una de las partes donde aparece el villano de cacofónica voz. Aun así estos temas no son tan variados como fueron los del príncipe payaso. Junto a esto observamos que los momentos de resurgir de Batman no son especialmente fuertes, lógicamente por deseo expreso de su director para que acompañe a la narración de manera ecuánime, pero que a pesar de ellos no dejan de sonar ciertamente algo manidos, por lo que no alcanzan el grado de emoción de las entregas anteriores.

Quizás en conjunto todo tenga que ver con la desaparición de Newton Howard de escena para este tercer score, algo que no deja de ser muy contradictorio pues si esta va a ser la historia más dramática del murciélago. ¿Cómo se puede prescindir de precisamente el compositor que aportaba dicho drama a la partitura? Seguramente todo obedezca a razones de calendario del autor. De todos modos siempre ha existido una máxima dentro del mundo de las BSO, algunas funcionan por separado y otras solo junto a la peli, el hecho de cumplir la primera expectativa diferencia notablemente una partitura funcional o simplemente buena de una gran partitura. Este no es el caso exacto pero se le aproxima, los scores de BB y TDK son disfrutables por separado de una manera asombrosa, mientras que este de TDKR a ratos se deja escuchar y a ratos llama poderosamente la atención.

Comparaciones con sus predecesoras, tan irremediables como fútiles

Sin duda en su momento, y a raíz del alto escalafón que alcanzó TDK, las dos primeras entregas quedaron marcadas por el estigma de ser diferenciadas de manera correspondiente a la calidad técnica que aportaba cada una en todos los aspectos. BB, siendo la responsable de la existencia de esta grandiosa saga, ha quedado postergada como una un simple film de acción o aventuras al ser la vara de medir de la trilogía completa la tan encumbrada TDK, algo ciertamente injusto ya que la primera entrega atesora en su interior muchísimo más que ofrecer de lo que en principio aparenta, pero este es un hecho que prefiere ser ignorado por aquellos que desean ir de entendidos.

Mientras, curiosamente, la gente que no es ferviente admiradora de estudiar las películas se decanta antes por esta al ser más dinámica, seguramente debido a todo lo que exige a nivel intelectual (en comparación siempre con el simple cine de artificio) TDK. Llegados a este punto en 2008 tras el estreno del caos protagonizado por el joker quedó claro que todo lo que viniera detrás sería puesto en tela de juicio por el ferviente crecimiento de adoradores del segundo film. Aquí es donde radica con total seguridad la desazón producida por TDKR entre parte de este sector del público, a parte de la ya mencionada campaña de marketing hay que añadir el efecto que creo TDK tras su estreno.

Durante mucho tiempo se dio por sentado que la naturaleza del film que aquí nos ocupa sería la de su predecesor, ese sentimiento se maceró durante estos dos últimos años creando una ola de ilusión que al cogerle a más de uno por sorpresa se lo terminó tragando. Las críticas una semana antes solo ayudaron a que la ola cogiera un tamaño el doble de grande en muy poco tiempo, especialmente gracias a una publicada por IGN de una manera tremendamente desacertada, en la misma se comentaba que esta tercera parte andaba más cerca del estilo de BB que de TDK.

Así, de repente, parecía que este era el film definitivo del Batman de Nolan, aquel que casaría a ambos sectores del publico del murciélago interpretado por Bale. Lo cierto es que tanto una actitud como otra es, no solo un garrafal error, sino propio de los novatos que no saben plantarse ante una película de estas características para desgranarla minuciosamente. Colocarle una etiqueta de género a TDKR una vez vista y decir que es ligeramente parecida a cualquiera de las dos anteriores (BB se enmarcaría en el de acción/aventuras y TDK en el thriller psicológico) es poco menos que una necedad, ya que claramente TDKR es un drama en toda regla.

Dicha etiqueta a priori puede resultar extraña en una peli sobre uno de los más famosos superhéroes de todos los tiempos, pero si se tienen en cuenta años de comic veremos que es la más acertada para plantear lo que realmente siempre ha sentido Bruce Wayne por su reflejo oscuro, que no es otra cosa que hastío, obligación y cansancio. Quien diga que a Bruce no le ha costado siempre un sobreesfuerzo hacer su «trabajo», se auto castiga cuando se equivoca en lo más mínimo, pero ha vuelto siempre obedeciendo a su moral y ha resultado vencedor (tal y como se relata en esta tercera parte) es que jamás ha leído un comic de Batman en su vida. Visto de esta forma en cuanto a gustos, como siempre, plantearse en qué lugar queda esta entrega junto a las dos anteriores es una pregunta que cada uno debe de responderse a sí mismo.

En el caso de no gustarle en absoluto no puedo sino mas que sentir lástima por quien no haya podido terminar de disfrutar de este intrincado y delicado puzle que Nolan ha confeccionado. Es precisamente esta última apreciación la que me lleva a la otra duda que muchos poseen. ¿Dónde queda técnicamente esta tercera entrega? Pues lógicamente sus carencias técnicas (las cuales casi son inexistentes en BB) quedan suplidas por la valentía del tono del relato y su estilizada historia (algo que en BB es muchísimo más simple y arquetípico) por lo que la deja simplemente a la misma altura que su primera entrega, ni un escalón más ni uno menos. Las excelencias y perfecciones a las que llega TDK a través de todos sus apartados técnicos y humanos la convierten en una precisa maquinaria de cómo debe de funcionar un film a todos los niveles, quedando de relieve lo irremediablemente inalcanzables que son para la primera y la tercera.

Reacción de cierto sector del público y veredicto final

Llegados a este punto el convencimiento de que estamos ante una digna entrega para el cierre de esta trilogía está fuera de toda duda. Tan solo nos resta encontrar la manera de clasificar y dividir a los derrotistas absolutos de este tercer film. Para ello existen tres grupos donde enmarcarlos sin lugar a dudas, están aquellos que no estaban preparados para entender la visión de su autor así como su estilo cinematográfico empleado en el universo de Batman, luego los que creyeron que iban a ver otra película completamente diferente debido principalmente a una equivocada campaña de marketing y específicamente a través de sus trailers, y finalmente los que se han visto sacudidos por ambas circunstancias al mismo tiempo.

Cualquiera de ellas puede justificar la razón de que no pueda llegar a gustarles el film, pero queda fuera de todo lugar el usar semejante excusa para calificarlo de un mal, aburrido, lento o insustancial film. Sencillamente quien se vea sacudido por algunas de estas causas hasta el punto de hacer tan errónea valoración no puede ser considerado una persona con una capacidad crítica cinematográfica debidamente pulida. Un buen ejemplo para tamaña y dura afirmación lo encontramos en lo que los espectadores más curtidos habrán podido vislumbrar a posteriori, y escarbando debidamente, entre los mencionados trailers. Sutiles detalles que dejaban claras las intenciones de Nolan de retirar a Bruce Wayne del manto del murciélago de manera definitiva, en la mayor parte de ellos aparecía una escena bastante significativa donde este le respondía a una Catwoman que le acusaba de haberlo dado todo al pueblo de Gotham con un «No todo…aún no…«. Frase lapidaria que olía claramente a inminente despedida y retiro.
Al margen de detalles así tenemos una arrebatadora historia personal que se desarrolla a lo largo de gran parte del metraje, la misma es un muestrario de lo rico del universo de Batman y de sus grandes secundarios y de las infinitas posibilidades de todas sus aventuras. Si el despliegue de la historia de estos personajes menos icónicos, pero igualmente poderosos, fuera llevada al cómic de la mano de vacas sagradas como Alan Moore, Grant Morrison, Neil Gaiman o Frank Miller esos mismos puristas del cómic que denigran la película por ser extremadamente realistas encumbrarían sin dudar un solo segundo la opción de un cómic así de poco comercial como un reclamo literario de primer orden.

Lo cierto es que muchos de ellos seguramente se habrán encontrado con la sorpresa de que sus augurios sobre que la trama estaría basada en la saga que hizo famoso a Bane, llamada «Knightfall«, al final no era más que un envoltorio con la misión de esconder la verdadera piel que vestiría esta entrega. Una infinitamente más cercana a «El regreso del caballero oscuro» de Frank Miller que a cualquier otra cosa. Obviedades como estas y muchas más desmontan cualquier absurdo ataque que puedan plantear a la calidad narrativa del film. Y no se trata de una mera cuestión de opiniones, es más bien algo que cualquier con dos dedos de frente podría vislumbrar.

En mi caso me considero tan buen lector de los cómics de Batman como el que más, uno que reconoce las diferencias irreconciliables entre el Batman de los lectores y el de Nolan, pero a la hora de ser crítico ni mi afición a los cómics ni a ninguna otra cosa es capaz de nublar mi objetividad como crítico de cine. Esto me lleva finalmente a un claro ejemplo de cómo la actitud de cierto sector del público es incapaz de llevar a cabo una valoración de manera la manera adecuada. En la mayoría de los casos dicho sector comete el más gigantesco error que se pueda cometer al ver hablar sobre cualquier film, y es el de dejarse llevar y forjar una opinión sin haber visto dicho film.

Durante mucho tiempo fue de recelo a raíz de la portentosa muestra de perfección alcanzada en la segunda entrega lo que llevo a mucha de esta gente a tener como se dice vulgarmente la escopeta cargada. Actitudes como esta no hacen otra cosa sino llevarlos a una postura alarmante, que nunca debería de darse, de encumbrar o lapidar un proyecto cuando se conoce una noticia o se ve una simple foto del rodaje. Me viene a la cabeza ahora una muestra de dichos posicionamientos sin sentido. En su día una de las fotos promocionales que salió a la luz, antes incluso de los primeros trailers, mostraba a Batman con una tablet en la mano, la gente puso el grito en el cielo diciendo que era ridículo que Batman tuviera una bat-tablet.

Yo simplemente me limité a esperar a ver el film….y una vez contemplada la escena lo único que crece en mi interior antes reacciones como aquella es, sencilla y visceralmente, una repulsa hacia todo aquel que se aventura a opinar sobre una película antes de verla. Por suerte para mí este no deja de ser un hecho puntual que pronto olvidaré, de ello se encargará los grandes y buenos momentos que atesora esta tercera entrega. Cuando los contemple solo pensaré en las excelencias que ofrece esta gran trilogía, y caerán en el olvido todo este odio y sin razón que unos pocos trataron de mostrar exultantes. Yo sé bien a quien deberé de agradecer todo esto llegado el momento, y ese no es otro que el gran equipo humano que componen entre sí los diferentes miembros de Batman de Christopher Nolan.

Opinión firmada por Jacobo Cortés, escrita especialmente para El PixeBlog. Un abrazo, amigo.

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Pedja

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