Crítica: Origen (Inception)

Uno suele escoger sus favoritos, de forma consciente o deliberada, a la hora de disfrutar de las distintas expresiones de ocio; ya sea en el terreno del videojuego, en la literatura, en el cómic o en el propio cine. Y Christopher Nolan se ha ganado a pulso que servidor espere con tremendas ansias cada nueva obra suya. Dado el estado actual del cine norteamericano, y te gusten más o menos sus concepciones fílmicas, pocos pueden desechar la opinión de que sus películas sobresalen entre la mediocridad absoluta actual.

Inception nos sienta enfrente de una verdadera montaña rusa de acontecimientos, donde el espectador debe prestar una gran atención a todo lo que ocurre en pantalla. Es más, debe asimilar con cierta celeridad un buen puñado de conceptos que giran alrededor de cierta técnica militar estadounidense, por la que el hombre es capaz de controlar los sueños de una persona, ser consciente en todo momento de lo que hace en dicho sueño y orientarlo a extraer conocimientos ocultos de la persona objetivo, con Dom Cobb (Di Caprio) a la cabeza.

El guión de Nolan, el cual sabréis que comenzó a escribir hace bastantes años, consigue dejar muy pocos resquicios, siendo quizá el mayor de ellos la facilidad con la que Cobb convence a su equipo de involucrarse en una empresa prácticamente imposible, como es llevar a cabo Origen: implantar una idea preconcebida en la mente de una persona, de modo que dicha persona quede absolutamente convencida de que es suya. Por lo demás, la película se divide en dos partes: el desarrollo de las técnicas básicas de dominio del sueño, y el plan de llevar a cabo Origen en la mente de Fischer, un empresario a punto de heredar de su padre un incalculable legado.

Grande, tremendo mérito el de Nolan el conseguir hilvanar estas dos partes a través de un ritmo endiablado, capaz de albergar escenas de acción impecablemente realizadas, mezcladas con escenas donde Di Caprio y Cotillard logran recrear una emotiva y dramática historia de amor, o con otras escenas capaces de hacerle competencia a los Once de Ocean. Incluso asistiremos a momentos de suspense del llamado «psicológico», donde Cobb nos recordará al entrañable lunático que el mismo Di Caprio encarnó en la notable Shutter Island.

Es indudable que el guión de Nolan puede tener varias lecturas, algo a lo que contribuye el final, aparentemente abierto -o no, los rostros de las dos criaturas dicen mucho-, pero tal y como he leído en alguna que otra crítica, es admirable comprobar como el director y guionista realiza unos cuantos guiños a otras películas… firmadas por él mismo. El tema de la confusión entre sueño y realidad debe retrotraernos a la recordada Insomnia y el tremendo bis a bis de Robin Williams y Al Pacino; más aún, la película comienza de forma idéntica a The Prestige: poco antes de la catarsis final. Y de seguro que más de uno de ustedes habrán comprobado cómo Nolan juega una y otra vez con el espectador a base de trucos, y de nuevo me remito a la escena final -que no quiero destripar, por supuesto-.

Muy notable el trabajo del equipo de actores, desde Watanabe hasta el siempre eficaz Cillian Murphy, redimido aquí del escaso protagonismo como Scarecrow en las dos últimas entregas de Batman. Di Caprio sigue en una tremenda racha, en un papel equiparable al gran (y reciente) desempeño en Shutter Island, y contundente el rol de Marion Cotillard, componiendo escenas memorables en un papel realmente complicado. Por su parte, Hans Zimmer ajusta como un guante la BSO al vertiginoso y angustioso ritmo que destila el filme.

Y por supuesto, la realización. Cuesta muchísimo pensar en una película mejor realizada que ésta, siempre, claro está, situándola en el complejo contexto que exige la segunda parte del final y su distensión espacio-temporal en, como mínimo, tres capas. La sincronización que debe cumplir el equipo de Cobb a través de las distintas capas del sueño estaba intimamente ligada al montaje de todas y cada una de las líneas de acción.

En mi opinión, Inception logra aunar una mezcla de géneros bajo el paraguas del thriller y la ciencia ficción, con altas dosis de pirotecnia realizada y montada de forma exquisita, con un ritmo apabullante, conteniendo al final un par de mensajes tremendamente simples: las devastadoras consecuencias de cargar con la culpa, y la escasa comunicación que hoy día suele producirse entre padre e hijo. Una película absolutamente redonda, cerrando un círculo que comienza por el final y exigiendo al espectador que ponga de su parte para completar el experimento de la ensoñación… Y es arriesgado, ya que un espectador tan acostumbrado a que se lo den todo mascadito, puede llegar a aburrirse o abrumarse. Nolan corre el riesgo a la hora de realizar su truco final. Un truco que, actualmente, sólo está a su alcance en Hollywood.

Publicado por

Pedja

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3 thoughts on “Crítica: Origen (Inception)”

  1. A mi me pareció un auténtico peliculón: las dos horas y media mejor invertidas en medios audiovisuales de lo que va de año (y he jugado y visto cosas muy, pero que muy buenas).

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