Desde el más olvidado de los baúles del recuerdo retro, rescato este título de Durell lanzado en 1986 para Spectrum, Amstrad CPC y Commodore 64. Cuánto ha llovido, y qué curioso resulta comprobar cómo ciertos aspectos de un género que hoy día está en plena cima del videojuego moderno.
Antes de ello, es justo reconocer en primer lugar el gran mérito de Durell, una compañía británica de orígenes humildes, que, sin embargo, logró lanzar al mercado un buen puñado de títulos más que notables. Por ejemplo, esa divertida simulación de buzo que proponía Scuba Dive, o el mismísimo Saboteur, juego de culto en el que un ninja debía cumplir una peligrosa misión de infiltración. Sería otro interesante ejercicio el analizar este Saboteur y las pautas jugables que introdujo, pero eso será en otra ocasión.
De este modo, nos quedamos con Turbo Esprit; como es obvio de adivinar, la prestigiosa casa Lotus prestó la imagen de su bólido para aumentar el tirón publicitario del juego. En Turbo Esprit tomábamos el rol de un agente antivicio encargado de interceptar el tráfico de drogas que se producía en la ciudad. Bueno, ojo al dato, en cada una de las ciudades de las cuatro que incluía el juego.
Y es que, nada más finalizar el proceso de carga y saltar las pantallas made in Durell que nos advertían del peligro de la incipiente piratería de la época, el juego nos permitía elegir la ciudad sobre la que jugar. Obviamente eran localizaciones ficticias, pero el mapa de carreteras era inmenso, meritorio para el contexto de memoria de 48 kbytes en el que nos estábamos moviendo. Recorrer toda la ciudad al completo podía llevarnos varios minutos, si es que decidíamos saltarnos los semáforos que regulaban el tráfico.
En realidad, nuestro objetivo era interceptar a los vehículos que llevaban los alijos de droga; dichos vehículos se diferenciaban del resto por tener un color diferente -azul en la versión Spectrum-. Además, desde el cuartel general se nos mantenía informados de la situación de dichos vehículos, enviándonos de vez en cuando mensajes con su localización en el mapa. Consultar dicho mapa era esencial para orientarnos por la ciudad y buscar nuestros objetivos, marcados con una ‘X’. Seguro que todo esto os va sonando de algo.
Y bueno, éste era nuestro objetivo, el cual se encontraba encapsulado dentro del entorno que recreaba el juego: una ciudad con varios carriles en ambos sentidos, con afluencia de tráfico que debíamos esquivar mientras conducíamos: por supuesto, debíamos conducir por la izquierda, que para eso fue programado por anglosajones -en concreto por el genio Mike Richardson-. La cosa no quedaba ahí: semáforos regulando el tráfico, personas paseando por las aceras y cruzando por un paso de peatones, obras en la calzada…
¿Qué significa todo esto? Pues que podíamos dedicarnos a, simplemente, circular por la ciudad, tomar las curvas y cambiar de dirección, respetar las señales de circulación… pero claro, también podíamos tomar el lado opuesto del karma y hacer el salvaje con nuestro Esprit: embestir a los otros vehículos, conducir por la acera e incluso atropellar a los inocentes peatones. Todo ello, por supuesto, conllevará que nuestro marcador de Multas aumente a pasos agigantados. Al menos aquí no nos perseguirá la pasma…
Gráficamente, Turbo Esprit no era ninguna maravilla, aunque en todo momento ofrecía un scroll de movimiento bastante suave, y una peculiar perspectiva, en la que veíamos a nuestro vehículo, digamos, en tercera persona, mientras que, a la vez, también observábamos el volante y cuadro de mandos del coche. En este cuadro de mandos se indicará la velocidad que llevamos y la gasolina que nos queda. Habrá que estar atento para pararse a repostar en cualquiera de las gasolineras repartidas por la ciudad. Curiosamente, el detalle de la gasolina ha brillado por su ausencia en las distintas evoluciones del género.
En resumen, Turbo Esprit es todo un referente de la historia del videojuego, un programa al que, con toda seguridad, le deben muchísimo títulos como Driver o el mismísimo Grand Theft Auto.
Brindo por ello, coleguita.
Sï, sí… a tí te gusta mucho brindar, me parece a mí… XDDD
Madre de Dios!!!! La de partidas que me eché yo a este juegazo en mi añorado Spectrum.
Gracias por traerlo de nuevo a mi mente, Pedja, aunque debo reconocer que de vez en cuando tiro de emulador y me echo unas partidillas por las calles de Turbo Esprit. Todo un juegazo, sí señor.
Por cierto, te he añadido a mis enlaces de interés… espero que no te moleste.
Saludos.
You’re Welcome, Mr. Skyguso 🙂
Hmmm, ¿he oído Saboteur? La segunda parte es uno de mis juegos favoritos de Amstrad. Interesante juego e interesante encontrar los inicios del sandbox cuando la mayoría de la gente cree que nació con GTA. Para mí otro de los que sentó las bases fue Dustin, con todo el escenario listo para explorar y múltiples personajes para interactuar y poder escapar de la cárcel.
Excelente análisis Pedja…
La verdad es que a mí la época del Spectrum me pilló muy muy jovencito y desconozco casi todo de esa edad de oro del software patrio, pero me alegra sobremanera leer acerca de este videojuego que me permitirá continuar con la retórica reaccionaria de «estos videojuegos modernos sólo han hecho que copiar las mecánicas antiguas con gráficos 3d».
De nuevo, gracias.
Hace unos seis años ya, también le dedicamos un espacio a este estupendo juego en El Spectrum HOY:
http://www.speccy.org/spectrumhoy/leyendas8.htm
Efectivamente, el juego es una pequeña maravilla que el paso del tiempo se ha encargado de «sepultar». Muy injustamente a mi parecer. Pero para eso estamos nosotros: para hacerle justicia ;-).
Un saludo.