Recomiendo fervorosamente la experiencia de volver a probar un videojuego treinta años después de la última vez que lo jugasteis. Podría intentar describir con palabras ese momento, pero nada estaría a la altura de tales sensaciones. Es como si regresaras a casa de tus padres, te sentaras en la cama de tu viejo cuarto y abrieses el último cajón de la mesa de noche, ese que nunca se abre. Allí, al fondo de dicho cajón, encontrarías una pequeña llave llena de polvo con la que poder abrir tu mente y acceder a un recuerdo irrecordable. Sí, algo así.