El simple hecho de regresar a la Tierra Media a través del medio audiovisual por excelencia, una sala de cine, se antojaba un aliciente muy potente para la unión de los conjuntos formados por esos que se encandilaron con la trilogía original de Peter Jackson y aquellos que aman el universo creado por el maestro Tolkien. Dicha potencia ha sido capaz de cavar hondo, cual enano, en nuestra propia expectación. Y la mía se vió colmada el pasado sábado al visionar el filme.