La noticia del fallecimiento del maestro nos golpeó a todos hace escasos días. A todos los que pudimos disfrutar de la extensa e imperecedera obra de Azpiri, cuyo pincel no era otra cosa que un caleidoscopio de piedras de colores que representaban las distintas manifestaciones de la fantasía, desde la ciencia ficción hasta la espada y brujería, e incluso atreviéndose con la ficción histórica. El arte de Azpiri dotaba de sensualidad a cada uno de sus dibujos y lograba que tales piedras de colores fueran inequívocamente reconocibles para los que teníamos el placer de observar sus creaciones.
Tuve la suerte de conversar con él en varias ocasiones. En Retromadrid 2009, mientras me firmaba una carátula del Dustin de Dinamic, me comentaba las vicisitudes por las que había pasado en su día a la hora de parir aquella ilustración. En otra Retromadrid posterior, concretamente la del año 2014, en la que el premio por superar aquella recordada cola para entrar fue encontrarme con el maestro, con el que pude hacerme una instantánea para el recuerdo.
Al año siguiente, cuando nuestro libro Génesis estaba a punto de ver la luz, tuve una conversación con Azpiri por teléfono en la que se interesaba por el libro y por el tamaño y cantidad de ilustraciones de portada que aglutinábamos en el contenido de la obra y en las pegatinas que se regalaban con cada ejemplar. «Me tendréis que dedicar uno, ¿no?», dijo con voz risueña, a la par que yo pensaba, «Si eso fuera así, ¿cuántas tardes de regocijo tendrías que firmarnos a todos nosotros, amigo?». Infinitas, como un truco de videojuego antiguo.
El recuerdo más cercano que almaceno de Azpiri -recuerdo físico, se entiende- es una ilustración de la comandante Serena de Phantis, con tinta azul, realizada expresamente para mí por Alfonso, gracias a un encargo realizado para hacerme lo más feliz posible en mi trigésimo cumpleaños. La ilustración preside el cuarto del tiempo, ese en el que numerosas estanterías soportan años y años de diversión, en forma de cintas de casete rescatadas de mi infancia y ordenadores vetustos que aún tienen energías para seguir proyectando imágenes en ocho bits.
La marcha de Alfonso Azpiri es una pérdida brutal que, sin embargo, no deja de sacarme una sonrisa al pensar que recibió numerosos homenajes en vida, y no me refiero a premios nacionales o exhibiciones en museos, sino homenajes más sencillos y personales que íbamos haciéndole todos y cada uno de los que pudimos conversar con él en algún evento. Ese calor y afecto los sintió en vida, se arropó en ellos. Un pensamiento alentador que, de alguna manera, palia mínimamente su partida.
Descanse en paz, maestro.
Qué bonito artículo Pedja , gracias por compartir con todos ese precioso dibujo de Serena, espectacular.