Mi Amstrad CPC, el misterioso interlocutor

La mesa de opinión de esta semana en Metodologic ha girado en torno a un tema que parece bien sencillo, pero del que se puede extraer muchísimo jugo; éste no es otro que el de las anécdotas que surjen mientras participamos en un videojuego, ya sea jugando, mirando el monitor, yendo a comprarlo o, incluso, metiéndose en los oscuros entresijos de la programación.

Mi aportación es la siguiente, aunque antes de nada os intentaré situar en el contexto adecuado: finales de los ochenta, ordenadores de 8 bits, el grupillo de amigachos que se reúne todas las tardes tras el colegio, y los juegos ‘amateur’ agrupados con otros de dudosa legalidad, provenientes de algún mercadillo, viajando de mano en mano o de quién sabe dónde…

amstrad_cpc_6128

Entre las muchísimas anécdotas que podría recopilar durante tantos y tantos años de videojuegos, rescataré una de las más remotas y curiosas que podáis leer hoy en el presente artículo. Allá por la época de los ordenadores de 8 bits, podría decirse que, entre mis colegas más allegados, formábamos una especie de Club de Ordenadores. En verdad que, oficialmente, se formalizó, con carnet de socio y publicación cutre-salchichera incluida.

Casi todos nosotros poseíamos un Amstrad CPC Disco, algunos un 6128 a secas, otros como yo, un 6128 Plus, de estos que traían de serie el cartucho con el magnífico Burnin’ Rubber. En dicha época, Internet era una simple quimera. La comunicación entre ordenadores formaba parte de un imposible, una historia más propia de una película de ciencia ficción que de otra cosa. Sin embargo, había que echarle imaginación al tema. En uno de aquellos discos que circulaban de forma clandestina entre nosotros, agrupando decenas de programas escritos en BASIC capaz de mantenernos entretenidos horas y horas, existía uno en concreto que llamaba la atención.

Se trataba de un videojuego que simulaba la comunicación con nuestro propio ordenador. Comenzaba con una simple presentación, para luego ir formulando una serie de preguntas que podía mantenernos «chateando» con el Amstrad durante toda la tarde. Mis amigos llegaron a creer, de verdad, que podían comunicarse con el ordenador. Le preguntaban si podrían hablar con otros ordenadores, a lo que el juego respondía que «los ordenadores eran sus hermanos». Hasta que un día, uno de mis colegas empezó a insultar al juego, y tras unos cuantos «piropos«, el Amstrad le devolvió el insulto, mencionando el «mote» por el que a veces se le conocía a mi amigo. Éste quedó anonadado, sorprendido de que el ordenador le hubiera reconocido.

cpc_curso

Sin embargo, nadie sabía que yo había desentramado días antes este programa, porque ya por aquel entonces, con unos pocos de años, sabía algo de programación. Un rústico y tosco listado con múltiples sentencias IFs que detectaban una cadena de texto determinada creaba la ilusión. Sólo tuve que modificar ciertas palabras y el azar, o mejor dicho, la función Randomize() hizo el resto. Quién me iba a decir, cuando yo apenas contaba con siete abriles, que veinte años más tarde me ganaría la vida de programador y analista de aplicaciones.

Publicado por

Pedja

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3 thoughts on “Mi Amstrad CPC, el misterioso interlocutor”

  1. Parece ser que el «Burnin Rubber» a lo tonto fue un record de ventas. ^^ Pero cuanta gente tiene esa version del Amstrad?!

    Yo de esa epoca recuerdo los comienzos del pirateo, o bien escribiendo cientos de lineas de codigo Basic (dios que paciencia teniamos), o bien con la doble pletina de la minicadena.

    Los que teniais maña programando Pedja, erais ya caso aparte. 😉

  2. Yo entiendo que recordar y evocar es volver a vivir. Esto es tan cierto como la vida misma. Cuando en los comienzos de la decada de los ochenta, empezaron a surgir los primeros Pc, con el atractivo inequívoco que te hacía mirar su pantalla y desear poder iniciarte en su mundo, es verdaderamente lo que deberíamos todos hacer. Volver a los orígines y dejarnos un poco de tanta sofisticación y perfección, que nos deja sin apenas un resquicio en nuestra mente, a la improvisación. Creo que no es bueno, que esté todo inventado. Vayamos un poco más despacio.

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