Bien es verdad que el tema de las portadas en los videojuegos daría para escribir ríos de tinta virtual, así que no será la última vez que abordemos el tema. Sirva esta entrada de blog y las sucesivas que espero que vengan, como un merecido tributo al arte gráfico que destilaban aquellas auténticas obras de arte.
Se puede discutir la calidad final de los juegos españoles de la época, su jugabilidad muchas veces en entredicho al estar impregnada de una molesta e irritante dificultad o su poca repercusión fuera de nuestro país… pero lo que salta a la vista es la impresionante colección de carátulas que poseían, alimentadas en gran parte por dos genios del pincel: Alfonso Azpiri y Luis Royo. Aquí os dejo dos perlas de estos artistas, Nonamed y Navy Moves -un par de grandes juegos de Dinamic-.
Aún así, de todo hay en la viña del señor, y la pila de carátulas cutres también se erige a gran altura. Si acotamos la búsqueda a los ordenadores de 8 bits, podemos irnos a la sección barata para encontrar cosas como ésta:
Octagon Squad, de nuevo de Mastertronic, un juego extraño y bizarro que combinaba estrategia y acción, nos presentaba a un extraño astronauta enfrentándose a una especie de R2D2 evolucionado y pintado de amarillo, con unos cuantos autómatas de fondo capaces de levitar. Todo un dechado de surrealismo que, sin embargo, te impresionaba la primera vez que lo veías. Para mal, claro.
Volvemos al software patrio. Punkstar, de la poco aprovechable Iber Soft. Un plataformas con una albóndiga rosada y rockera como protagonista, y esta increíble e impactante portada:
Una vez recuperados del susto, quiero terminar la entrada de hoy con una pequeña maravilla. Knight Lore fue el gran estreno de la técnica Filmation, a cargo de los Stamper y su compañía Ultimate. Fue el comienzo de una saga de videojuegos protagonizados por el explorador Sabreman, que en este caso tenía la mala suerte de transformarse en hombre-lobo cuando surgía la luna llena. En este caso, lo que nos importa es la carátula: sin grandes alardes, el estilo medieval y un toque de misterio se conjugaban perfectamente. Fue el primer juego que me infundió miedo, desde que tuve por primera vez el cassete en mis manos: